La inequidad es una deuda pendiente de los Estados de América Latina con sus ciudadanos, ésta no solo se ve reflejada en la desigualdad en el acceso al ingreso y a las oportunidades económicas, desafortunadamente, es transversal y se evidencia en la disponibilidad de una buena parte de los bienes y servicios del Estado.
Las causas de esta desigualdad son mucho más complejas que los retos que plantea el desarrollo. La inequidad en América Latina, se enquista en una creencia más profunda y estructural, aquí las democracias se desarrollan en una cultura de igualdad de papel, pero en la práctica hay ciudadanos de primera, segunda y hasta quinta categoría.
En los últimos días, varios hechos noticiosos han puesto en evidencia otras formas de desigualdad. La eficiencia del Estado para capturar a los presuntos responsables del homicidio del agente de la DEA, que perdió la vida en un paseo millonario, generó en los colombianos ese desagradable sentimiento de exclusión. ¿Cuántos no han sido víctimas de estos delitos, sin que hasta el momento los haya llamado la Fiscalía a ampliar la denuncia? ¿Cuántos no han muerto por el hurto de un celular y ni sus familias, ni la sociedad conocen a los victimarios?
Hay quienes consideran que en este caso se pudo actuar con diligencia porque la víctima era una agente de la DEA y se recibió ayuda extranjera, que éste no es reflejo de desigualdad, sino de incapacidad del Estado. Sin embargo, casi paralelamente, un excongresista murió víctima de una sobredosis de escopolamina mientras intentaban robarlo; los presuntos responsables de estos lamentables hechos fueron capturados en seis días. Así pues, no estamos hablando de incapacidad del Estado, lo que pasa es que éste funciona para unos pocos, no para todos.
Algo parecido sucede en el caso del presidente Evo Morales y su desafortunado incidente con algunos países europeos. Aquí vale la pena resaltar que el presidente Morales representa un Estado, y por lo tanto, está investido de calidades e inmunidades dignas de su cargo. Sin embargo, ¿cuántos bolivianos, colombianos o ecuatorianos no han tenido que padecer de tratos denigrantes y hasta vulneraciones de los derechos humanos tratando de llegar a un país europeo, sin que ninguno de sus respectivos gobiernos, conociendo plenamente de estas circunstancias, se haya preocupado por la situación de sus nacionales?
Lo que está pasando en Brasil es la reacción ciudadana a estas formas de exclusión. Los brasileños están entendiendo que el nacionalismo vacío que implica ser un grande y organizar eventos mundiales, no les entrega a todos la dignidad que se merecen. Y aunque es evidente que dichos eventos traerán enormes ventajas a Brasil, como buena prensa y turismo, que redundaran en riqueza, al parecer, los ciudadanos están tratando de dilucidar que esto no repercutirá en mejorar las condiciones sociales, económicas y políticas de millones que hoy se encuentran en las categorías más bajas. Así, los cariocas están pidiendo que las inversiones se hagan en infraestructura y políticas públicas que permita empezar a construir un Brasil para todos.
Ojalá esta evidencia de desigualdad, así como las protesta brasileras, sean el inicio de un proceso Latinoamericano por estructurar un nacionalismo y una democracia que tengan como base la igualdad real y la dignidad humana.
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