En una serie de informes publicados por la revista Semana han aparecido algunos hechos y personajes destacados del país, con el título "Los 10 más". La mayoría de los temas y su abordaje son en realidad bastante "light": los bares gay más divertidos, lo que más venden en "sex shops", o las canciones favoritas de Natalia París… entre otros… Sin embargo, una de sus listas más recientes aborda un tema muy importante: la proporción de población de los municipios con Necesidades Básicas Insatisfechas. Lo significativo para nuestro territorio es que Manizales aparece como la décima ciudad del país, ordenadas de acuerdo a la menor proporción de población con NBI.
Un tema de menor significancia para esta nota, pero relevante al fin, es la imprecisión con la que se informa el hecho, cuando se anuncia la lista de "Los 10 municipios más ricos del país". El índice de NBI es una aproximación a la identificación de condiciones de pobreza, quizá no el más completo, pero además de eso, nunca podría asignarse como un criterio para identificación de riqueza. Presentarlo así es tan impreciso como decir que los colombianos somos ricos por la aparición de los apellidos Sarmiento o Santo Domingo en las listas de Forbes. Es lamentable que un tema trascendental para los territorios sea procesado de manera superflua y equivocada por redactores de notas de farándula.
Pero al margen de la imprecisión, lo que vale la pena es reflexionar sobre el hecho de que Manizales tenga, según cifras del DANE, apenas 10% de su población con NBI. Sin duda es una circunstancia para celebrar, y para reconocer el empeño y esfuerzo de las administraciones municipales, los organismos públicos de los distintos niveles, el sector privado, las ONG y las organizaciones comunales, que han tenido personas comprometidas con el bienestar de los manizaleños y la cobertura de necesidades, al menos las básicas.
El impulso del regocijo por el reconocimiento en medios, debería servirnos, a todos los sectores de la sociedad, para enfocar la mirada en el 10% de nuestros conciudadanos descubiertos, y en otro importante porcentaje, que aún con sus necesidades básicas cubiertas, siguen siendo pobres. Dos investigadores del territorio han aportado insumos recientes para acercarnos al entendimiento de la situación de pobreza en nuestro municipio. Alberto Grajales, en su tesis doctoral sobre pobreza rural en Caldas (del año 2013), expone que el área rural de Manizales, de un poco más de siete mil predios, tiene más de 5.500 predios con menos de 3 hectáreas, y apenas 16 superan las 200 hectáreas. Así, presenta la tesis en mención al municipio de Manizales como uno de los más desiguales del departamento en cuanto a propiedad de la tierra, con un índice de Gini de 0,86.
En cuanto a pobreza urbana, Óscar Ortiz, en el número 19 de la Revista Equidad & Desarrollo (2013), concluye que hay segregación espacial en cuanto a la ubicación de la población pobre en comunas de la ciudad; de ahí que comunas como San José y Ciudadela del Norte tengan los mayores índices de incidencia de pobreza -lo que no es una novedad- al tiempo que comunas como La Fuente y La Macarena igualan a las anteriores en cuanto a intensidad de esa pobreza. También hay desigualdad urbana, cuando comunas como San José tienen un Índice de Condiciones de Vida de 0,78, o Ciudadela del Norte, con un ICV de 0,82, frente a comunas como Palogrande, que tiene un ICV de 0,93.
Sin duda, debe ser motivo de celebración aparecer en sitiales de honor a nivel nacional respecto de calidad de vida o proporción de población con NBI, pero tenemos un enorme reto en términos del combate a la inequidad, que es quizá la vestimenta principal de la pobreza en Manizales. No hay que dejar de celebrar, pero tampoco hay que dejarse distraer. Una sociedad que comulga con las desigualdades no podrá construir un entorno de progreso, y esa construcción es responsabilidad de todos los sectores.
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