Parece que nuestro destino fuera el estar permanentemente en manos de una manada de criminales, que desde hace más de 50 años nos vienen haciendo la vida imposible. Claro que si nos ponemos a ver hacia nuestro pasado histórico, son casi dos siglos durante los cuales nos hemos estado dando bala como dementes, sin importarnos un bledo la vida de ningún ser humano, ya que las demostraciones de violencia de los tiempos de la Independencia se juntaron como por ósmosis con las tragedias producidas por los odios entre los dos partidos políticos que de manera demencial comenzaron, hace ya unos interminables años, a matarse entre ellos sin ninguna consideración.
Aún sin terminarse esta horrorosa etapa de la historia de un país que solo ha conocido el correr de la sangre inocente, nos tocó, a los ya mayorcitos, enfrentar nada menos que el surgimiento de las bandas de asesinos que sin más ideología que la de crear un volcán de violencia y con un afán desenfrenado de enriquecimiento, fueron arrasando con sevicia de espanto los campos y las veredas, para posesionarse, como verdaderas mafias, invadiendo al mundo con el flagelo de la cocaína, verdadera plaga de la humanidad actual.
Y, desafortunadamente, así han pasado largos años sin que hayamos tenido un solo momento de sosiego, porque para nuestra mala suerte, todas las veces en que inocentemente hemos creído que los bandidos están haciendo algún esfuerzo para alcanzar cierta tranquilidad, más pronto de lo que nos imaginamos volvemos a caer en la frustración, ante la forma cínica como se comportan los violentos, en respuesta a la generosidad de los gobiernos, que respaldados por sus pueblos llegan a situaciones de entrega, que lo único que hacen es envalentonar más al enemigo, que abusando de la generosidad de todo un país, terminan tratando de imponer sus criminales ideas, sin importarles la tragedia que diariamente están sembrando entre un pueblo que les tiende la mano.
Todos los colombianos estamos deseando con el corazón, que algún día, ojalá pronto, podamos liberarnos del peligro asesino con que nos tienen cercados los criminales, y es por eso que, cada vez que se abre una pequeña brecha de esperanza, volvemos, como está pasando en estos días, a dar un respaldo incondicional a las autoridades, rezándole hasta a la Monja Laura, nuestra única santa, para que piadosamente les abra el alma a los que tanto daño nos han hecho.
Pero, ¿qué hemos ganado hasta el momento? Fuera de grandes frustraciones, adicionadas con la continuidad de hechos de la máxima crueldad, solo hemos logrado que entre nosotros mismos lleguemos a la desunión institucional, creando profundos abismos, que nos hacen más vulnerables ante quienes sin Dios y sin ley se sientan en mesas de negociaciones, como actualmente en Cuba, tratando de demostrar al mundo, porque ya ni siquiera es solo a los colombianos, el poco interés que tienen en volverse una gente de bien, y salir con la frente en alto a demostrar sus verdaderos deseos de paz.
Muy triste lo que estamos viendo en estos momentos. Todos los días oímos las escabrosas propuestas de los bandidos, negando en todas las formas que ellos son los responsables absolutos de la violencia. Antes, por el contrario, tratan con el mayor cinismo de hacer creer a alguien, porque no pueden convencer a muchos, que son ellos, pobrecitos, las víctimas, a quienes tenemos que inclinarnos, porque ellos han sacrificado sus vidas, tratando de salvar a un pueblo oprimido por una oligarquía decadente, lavándose así las manos de toda la sangre de inocentes campesinos que por su única culpa ha corrido sin cesar por nuestros campos.
Ojalá yo esté muy equivocado, y no se cumplan los vaticinios que periódicamente he escrito en esta columna, pero lamentablemente, día a día vamos viendo cómo las reuniones van tomando un rumbo más peligroso, como si estuviéramos caminando al borde de la navaja; y si el gobierno no se amarra bien los pantalones vamos a terminar en otra desesperante frustración ante los ojos de un mundo, que esta vez ha tratado, con más voluntad que nunca, de darnos la mano en un gesto de solidaridad que mucho tenemos que agradecer.
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