Seguimos en Bután. Después de conocer el takín en su reserva, fuimos a visitar la escuela de artes que es algo así como la universidad de los artesanos. Modelado, escultura, pintura, dibujo, carpintería, ebanistería, cerámica, sedería, costura etc. Todos en varios niveles. Hay muchos alumnos; así entiende uno por qué las casas, los monasterios, todas las edificaciones de este pequeño reino del Himalaya, son tan bellos y tan adornados. Hay artistas y artesanos para todo. Cada casa, cada templo es una preciosidad. La belleza es macro porque la finura es micro; los detalles son cuidados hasta el extremo. Visité la Biblioteca Nacional que alberga centenares de libros antiquísimos de gran valor, casi todos libros sagrados del budismo. Conocí también la fábrica de papel, totalmente artesanal. Nos mostraron todo el proceso desde la madera hasta la obtención del papel. En el budismo como en el catolicismo hay monjes y monjas. Visitamos un convento de monjas, igualmente rapadas y vestidas de rojo, sin mangas. El cuidado de las monjas por arreglarse es mínimo, así que contemplarlas no es propiamente un deleite digno de mucha recordación. El fundador de este convento es encarnación de un lama santo y es hermano del conductor que me asignó el gobierno.
Visitamos el mercado de las especias. Tenía muchos encargos de incienso de Bután, que es más apreciado en occidente que el de Nepal y el de la India.
El deporte nacional es el tiro al blanco, en dos modalidades. Una con arco de fibra de carbono que obviamente traen del extranjero, especialmente de Alemania. Y otro con flechas lanzadas a mano y elaboradas artesanalmente. Este deporte se practica todos los días, pero hay competencias especiales cada año. En ambas modalidades la puntería es impresionante. Con arco de carbono, el blanco que es muy pequeño, se sitúa a 100 metros y en lanzamiento de flecha con la mano, a 50. Antes de iniciar la serie de lanzamientos y cuando logran un punto certero en toda la mitad del blanco hacen bailes y cantos. Tuve ocasión de presenciar ambas modalidades y la que más me impactó fue la del tiro sin arco, que vi y fotografié en las Montañas Negras, de las que ya hablé.
Esto de deportes autóctonos es divertido. Por ejemplo en la selva amazónica, en lo más perdido de la manigua, los indios juegan al fútbol y al básquet, con mucha pasión. Y cuando en Leticia organizan juegos autóctonos, sí lanzan flechas con el arco, pero la pasión de ellos es el fútbol. Y se dan mucha caña. Son muy fuertes y capaces de jugar horas y horas sin cansarse. Lo he visto y vivido.
A Bután, (por desgracia) ya está entrando el fútbol. Una de esas compañías internacionales (o sea americana, o sea americana del norte) que fabrica bebidas negras y que se empeña en enfermar los hígados y páncreas y riñones de todos los humanos con esas cargas impresionantes de azúcar por botella, ya está organizando un campeonatico de fútbol de tercera. No quiero imaginarme a los pacíficos budistas butaneses organizando barras bravas al mejor estilo de los países "civilizados" de occidente y matándose por llevar la camiseta del otro equipo.
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