Un boletín de prensa Americana daba la siguiente noticia con fecha del 18 de abril de 1955: "se ha apagado hoy, en la ciudad universitaria de Princeton, la vida de Albert Einstein, un científico al que la humanidad debe tanto como a Galileo, Newton y otros grandes sabios de la humanidad".
"Hijo de un modesto químico judío nació en la ciudad alemana de Ulm y cursó estudios en Suiza; desarrolló una imponente obra de reflexión sobre la física teórica; en 1911 dio a luz para el mundo la teoría de la Relatividad. La obra de este genio representa una evolución y revolución en la historia de la física. Recibió el premio Nobel de Física en 1921".
Einstein salió de su natal Alemania cuando el régimen de Hitler empezó con todo furor su persecución racista y homicida. El sabio utilizó todo el peso de su prestigio para defender la tolerancia, el humanismo y la justicia; en 1933 escribió con Freud un folleto contra la guerra que no tuvo eco en los interesados. Se cuenta que cuando en agosto de 1945 fuera lanzada la bomba atómica sobre Hiroschima y Nagasaki se le vio llorar manifestando con tristeza que el hombre ciego por el orgullo puede usar la ciencia para destruir al mismo hombre.
¿Qué le movió a su grandeza no solo científica sino humanitaria?; ¿tenía algún principio director de sus pensamientos y actos? Un rabino americano se atrevió un día a escribirle preguntándole si creía en Dios; su respuesta fue franca y clara: "creo en el Dios de Spinoza que se revela en la armonía de lo existente regida por leyes"; añadió además: "la emoción más hermosa y profunda que podemos sentir los humanos es la que produce la experiencia mística; el misticismo es la fuente de toda ciencia genuina".
En otra oportunidad añadió a quien le interrogaba sobre el mismo tema de su fe en Dios: "aquel que no conoce esa emoción, la mística, que ya no puede maravillarse y sumirse en un éxtasis exaltado, más le valdría estar muerto. Saber que existe en realidad aquel conocimiento que es para nosotros insondable, que se manifiesta para nosotros en lal sabiduría más elevada y la belleza más radiante, este sentimiento es el centro de la verdadera experiencia mística".
En muchas ocasiones expresó su experiencia religiosa; alguna vez anotó en forma gráfica: "el hombre encuentra a Dios detrás de cada puerta que la ciencia logra abrir". "Quienquiera que se encuentre seriamente comprometido en el estudio de las ciencias llega al convencimiento de que en las leyes del universo hay manifiesto un espíritu, un espíritu enormemente superior al del hombre, ante el cual debemos, con nuestros modestos poderes, rendirnos humildemente".
Era un hombre apreciado no solo por su saber científico sino sobre todo por su personalidad amena y amable; alguna vez expresó lo que explica su valioso ser como persona: "los ideales que siempre han brillado ante mis ojos y me han colmado con el gozo de vivir, han sido los de la bondad, la belleza y la verdad; jamás me ha atraído la meta del confort o del placer; un sistema de Ética construido sobre ello solo podría colmar las aspiraciones mínimas del hombre".
Ojalá estas perlas del pensamiento de Einstein sirvan para una mejor orientación de nuestras vidas.
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