Este viernes 27 de julio se inaugurarán los XXX Juegos Olímpicos de verano, el certamen deportivo más grande del orbe y que congrega los intereses de deportistas de 204 comités olímpicos del mundo. Es una reunión a través del deporte que invita a entender la igualdad y la capacidad del ser humano ante cualquier otro.
No quiero entrar en el mismo cliché reconocido por todos sobre la unión que esparcen los juegos por las semanas que duran las partidas deportivas. Sin embargo, resalto la importancia que tienen los JJOO desde los anillos olímpicos hasta la independencia única del Comité Olímpico Internacional.
Aunque se han vivido oscuros episodios en la historia de los Juegos Olímpicos, han prevalecido en la memoria las lágrimas de superación de miles de atletas que han puesto su cuerpo y mente para representar a la nación que les ha visto crecer.
Admiro la vehemencia con la que el Comité Olímpico Internacional maneja y administra el deporte, de acuerdo con las reglas y la igualdad. Sobre todo esto, reconozco la forma en la que han esquivado los ataques de algunos sectores políticos del mundo que en varias ocasiones quisieron inferir en el desarrollo de los encuentros deportivos.
De nada le valió a Barack Obama ir a mostrar su presencia como presidente de Estados Unidos para la organización de los Juegos Olímpicos de verano de 2016 en Chicago. El certamen se celebrará finalmente en Río de Janeiro (Brasil). La influencia que se le proporcionaba al supuesto “hombre más poderoso del mundo” quedó rasgada por la parca lectura en la que se dio como ganador al país carioca.
La organización de unos Juegos Olímpicos es de las mejores inversiones a las que puede llegar una nación, considerando el desarrollo de infraestructura, la apertura económica y el engrandecimiento de imagen en el plano internacional. La herencia de grandes superficies deportivas y el recuerdo histórico bastan para que los encuentros sean una poderosa herramienta de unión mundial.
Hay quienes culpan la organización de los Juegos Olímpicos de verano de 2004 en Atenas (Grecia), como un punto de comienzo para el despilfarro y posterior endeudamiento de los helenos que los tiene actualmente en el ojo del huracán económico por no encontrar una forma de recorte que ayude a rellenar el bache monetario.
Sin embargo, para Atenas significaron esos Juegos Olímpicos el renacer de un país y la puesta en escena de la nación que dio origen a las olimpiadas. Ahora, la historia es diferente. La burbuja más temprano que tarde explotó.
Lastimosamente, los juegos han caído también en la trampa de la publicidad y de vender el acceso a muchas fracciones de la organización a diferentes compañías con impacto global. La semana anterior leía sobre el poder que tiene la multinacional de comidas rápidas McDonald’s en la villa olímpica, obligando, por ejemplo, que las únicas papas fritas que se pueden consumir en el área de competencias sean las producidas por esta marca.
No obstante, comerciantes locales dieron a conocer su voz de protesta y podrán vender algunas comidas con papas fritas mientras no sean las tradicionales inglesas. Por lo pronto, el negocio de las olimpiadas apenas comienza, esperando una sana disputa bajo el tenso concepto de seguridad que Scotland Yard ha ofrecido para las siguientes tres semanas.
Ojalá como se une el mundo para competir sanamente a través del deporte, se pudieran salir del revestimiento de tercas políticas internacionales en el Consejo de Seguridad de la ONU, inspirados en tratados inhumanos que permiten extender genocidios y otros crímenes en diferentes rincones del mundo. Parece arrastrarse hacia la ineficiencia este Consejo de Seguridad con pálidas resoluciones que finalmente obtienen un veto inconsecuente.
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De nuevo se registra un genocidio en los Estados Unidos a manos de un pistolero que atacó una sala de cine. Muchos critican la enmienda que garantiza a los estadounidenses a portar armas legalmente para su defensa personal. Esto me lleva a recordar un filme del documentalista Michael Moore conocido como “Bowling for Columbine”, donde examina el mercado de las armas en ese país y recuerda una matanza en una escuela, también en el Estado de Colorado.
En la masacre del Instituto Columbine murieron 15 personas y se registraron 24 heridos. Y así ocurrió hace unos años en Virginia Tech y también el año pasado en Noruega. La triste coincidencia; esta semana se cumple un año de las matanzas en Oslo y Utoya que dejaron 77 muertos.
Pese a la crisis económica que vive Europa desde hace unos años, la venta de armas aumentó un 59% entre 2002 y 2009. Las compañías que se benefician de estas ventas están localizadas en EE.UU. y Europa en su mayoría.
La pregunta: ¿Cuántas de esas armas funcionan ilegalmente en diferentes conflictos internos del mundo, por ejemplo, en Siria? ¿Hasta cuándo tanta ceguera gubernamental?
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