Y comenzó a ocurrir lo que se temía. Que por estar negociando la paz con las Farc en medio del conflicto, ocurran hechos propios de la dura realidad de la guerra y voces muy autorizadas, como las que se publicaron en este Diario, comenzando por su Editorial y pasando por la columna del Presidente de Fedegán, pongan en tela de juicio la validez de las negociaciones. La validez y oportunidad de las conversaciones de paz no pueden depender de un secuestro o de un atentado, propios del combate y que desafortunadamente se dan. Y eso es precisamente lo que se quiere solucionar de fondo. Si es por golpes militares durante la negociación política, han sido mucho más grandes los de las Fuerzas Militares, que los de la Farc.
Frente a la negociación con las Farc hay que ser críticos, pero no hasta el punto de cerrar la puerta. Es un proceso delicado y complejo. Lleno de abismos y de obstáculos. Pero no por ello un camino imposible, ni mucho menos un camino absurdo. Absurda es la guerra que vivimos, absurda son las minas anti-personas, absurdo es el secuestro. Absurda la inequidad que vive Colombia. Absurdo el despojo de tierras por guerrilla, paramilitares, narcos y algunos latifundistas. Pues bien, es por todo ello que estamos sentados negociando.
Haber optado negociar en medio del conflicto fue una decisión del Gobierno. Y precisamente esa la tomó el Gobierno por la actitud guerrerista que durante ocho años aleccionó y “embrujó” a los colombianos; y por la doble conducta de la Farc en el Caguán, cuando realmente se preparaba para la guerra y no para la paz. Es evidente, que no le hubieran aceptado al presidente Santos la opinión pública, como lo hizo y así lo demuestran las encuestas (que seguramente ahora podrán estar menos favorables) que cerradamente dijeron: Sí a la negociación de paz. Solo un reducto extremista y envenenado contra cualquier posibilidad de negociación, se mantuvo expresamente crítico al proceso y algunos sectores de la opinión que están heridos por el comportamiento de la Farc y que los enceguece su dolor.
Me preocupa mucho la posición del Presidente de Fedegán, señor Lafaurie, en materia de tierras. Pues lo que se discutió en el foro de la sociedad civil en diciembre alrededor del tema agrario no fue una legitimación de las demandas de las Farc, sino una realidad muy clara e histórica que ha vivido el país de despojo de tierras, de olvido del campo y de falta de modelo económico sostenible. Y fue precisamente allí, un debate de ideas y argumentos, donde Fedegán prefirió marginarse. La democracia se construye en estos escenarios reales de participación y no pagando una costosa página en un diario capitalino para expresar su posición.
Se ha decidido negociar en medio del conflicto, las fuerzas militares deben continuar en su lucha contra el terrorismo y que lo sigan haciendo con la inteligencia y la legitimidad del monopolio de las armas en el Estado. Si las Farc continúan actuando dentro del derecho internacional humanitario, es propio del conflicto, ¡por duro que sea oírlo! Pero ya sabemos que las Farc no solo hacen eso, sino que continuamente violan el derecho internacional humanitario, es en estos casos donde debemos denunciar su acción. Pero no por ello terminar el diálogo. Es necesario que esta vía de la negociación política dé todo lo que puede dar, antes de tirar la toalla. En negociaciones difíciles como en Irlanda del Norte, Sudáfrica, Nepal, por solo mencionar unos casos, se superaron estos momentos difíciles de la negociación para llegar a un acuerdo de paz. Es importante mirarnos en estos espejos internacionales, para que no tomemos decisiones equivocadas.
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