Refiriéndose a su novela "Ensayo sobre la ceguera", José Saramago dijo que "…plasmaba, criticaba y desenmascaraba a una sociedad podrida y desencajada"… y no cuesta entender por qué el escritor le asignó tales adjetivos. Las estadísticas de violencia, corrupción e impunidad son apenas los argumentos más obvios para invitar a reflexionar si nuestros modelos sociales resultan fallidos.
Advierto, eso sí, que así como Saramago en el libro y Meirelles en su versión cinematográfica, se resistieron a ubicar espacialmente la escena en un lugar determinado del mundo, cuando pienso en modelos fallidos no solo pienso en el colombiano, las noticias que nos llegan de otras latitudes convocan a las mismas reflexiones. Sin duda, los macabros hechos que copan nuestras noticias se ven en condiciones muy similares en otros países de cualquiera de los continentes: asesinos en serie, violaciones, torturas, desplazamientos masivos ocurren en el trópico americano, pero también en el africano. Funcionarios que se atornillan a sus cargos y con su poder borran las fronteras entre lo que les es posible y lo que les es permitido, los hemos visto en Colombia, en Bolivia o en Italia. El abuso sexual como estrategia de guerra, el narcotráfico como combustible de conflictos, el comercio de armas con participación de actores del Estado, se ha visto en Colombia tanto como en el sureste de Asia. No estoy seguro si habrá congresistas que se nieguen a las inspecciones de tránsito en otros países, pero seguro los habrá, y capaces de cosas peores…
Pero me inquieta, más que la patología de los perpetradores, la indolencia que nos ha contagiado al resto, o al menos, si no existe tal indolencia, la inercia que como sociedad demostramos cuando no actuamos con decisión para que tales tragedias no se repitan. Recuerdo de inicios de los 90, cuando estaba apenas empezando su período presidencial Boris Yeltsin, que comandó él mismo un grupo élite para buscar a cuatro ciudadanos que habían sido secuestrados por un grupo extremista. No conozco y por ende no defiendo el modelo de gobierno soviético de los 90, pero lo que quiero poner sobre la mesa es el efecto que tiene el hecho que un presidente se apropie de un tema de defensa de la soberanía, reconociéndola en primer lugar como el entorno para el ejercicio de los derechos ciudadanos, solo el signo debió invitar a nuestros presidentes a actuar distinto frente al secuestro.
Casos como el de Rosa Elvira Cely conmocionaron al país, y deben seguirlo haciendo. Pero similar atención debió captar el caso de Paula Andrea Ríos, una mujer neirana de 31 años, cuyo cuerpo fue encontrado desnudo, mutilado y con evidentes signos de tortura, apenas tres meses atrás en el sector de la antigua fábrica de Cementos Caldas. Pero no deben ser reacciones solo mediáticas, porque ellas están supeditadas a los temas de la agenda, y se diluyen ante el siguiente juego de la selección Colombia o el siguiente "reality", deben ser reacciones y movimientos como sociedad.
Como caldenses debemos hacer algo para que no vuelva a ocurrir, en nuestro territorio, que un padre hiera a su hijo con un arma de fuego, que una madre "venda" a una niña para ser objeto sexual, que un joven pase la noche en una carretera para prostituirse con los conductores, que en algunos sectores de algunos de nuestros municipios la edad promedio de inicio de consumo de sustancias psico-activas esté por debajo de los 10 años de edad. No podemos seguir viendo tales hechos en nuestro territorio, y pretender padecer la ceguera de la que habló Saramago.
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