Don Bonifacio Naranjo fue un ciudadano circasiano, gallero, aguerrido liberal en las oscuras épocas de la violencia política, concejal, buen ciudadano y, sobre todo, un hombre guapo, de esos que no le tienen miedo a nada, porque, según ellos, "no nacieron en el mes de los temblores". Cuando el "reinado" de los chulavitas, para reemplazar a don Aquilino Restrepo, el único policía del pueblo en la época de la república liberal, aparecieron unos siniestros personajes comandados por el cabo Flórez, oriundos de Boyacá y Santander, con la misión de conservatizar el pueblo. Algún domingo se tomó sus aguardientes don Bonifacio y seguramente gritó "viva al partido liberal" y los policías acudieron a detenerlo. Con un machetico de doce pulgadas se les enfrentó y repartió planazos en nalgas y espaldas, hasta que el cabo Flórez fue a la guardia por el fusil y tendiéndoselo a don Bonifacio le dijo: "Se rinde o lo quiebro". Éste largó el machete, se secó el sudor de la frente con la manga de la camisa y dijo: "Yo soy guapo pero no pendejo".
Eso es exactamente lo que vamos a tener que decir don Efraim Osorio, don Cecilio Rojas, el señor Luis E. García y otros quijotes que pretendemos defender el español de la rebelión de las mujeres, porque no vamos a ser capaces con ellas. Aducen las hijas de Eva que el dominio masculino terminó con su incursión en las profesiones liberales, el desempeño de altos cargos, públicos y privados; la participación exitosa en política; el acceso a la academia y la investigación; y, lo más importante, la liberación femenina, que comenzó en los años sesenta del siglo XX y cada vez se consolida más, en la medida que las mujeres invaden espacios tradicionalmente ocupados por los hombres y, según ellas mismas, con mejores resultados. Entonces, dicen, se van pal carajo los genéricos y deben imponerse las expresiones femeninas radicalmente identificadas. Ya la Academia de la Lengua dio el brazo a torcer con las "presidentas"; y como se ha vuelto tan permisiva y manguiancha seguramente va a seguir con gerentas, estudiantas, pacientas y demás, porque movimiento popular que se inicia no lo para nadie, menos cuando es liderado por mujeres, que son tan obstinadas y cabeciduras.
Hace varios años se le hizo un homenaje social a un patricio quindiano y en su discurso propuso que se les entregara a las mujeres el manejo de todo: el poder político, la economía, la educación…, porque ellas estaban demostrando ser más eficientes, organizadas y pulcras en la administración. Un sobrino suyo comentó entre dientes: "Este, después de viejo, se volvió lesbiano". Pero no, el señor tenía razón. El poder femenino ha ganado tanto espacio que inclusive participa del crimen organizado, la guerrilla, el narcotráfico, la trata de personas y la corrupción, con tanta o mayor eficacia que los varones. Y, así mismo, se luce en el desempeño de las más altas responsabilidades. De modo que es mejor dejar que asuman todo las mujeres. Al fin y al cabo a los hombres les tocó solos por muchos siglos hacer "el oficio" y merecen descansar.
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