Entristece ver lo que sucede con el equipo profesional de la ciudad, que se hunde -o lo hunden- en una crisis cada vez más profunda. Hoy es propiedad de personas ajenas a la región, sin afecto por ella, razón por la cual su interés primordial es mercantil. Éste debería excluir cualquier clase de sentimientos, actitud que se contradice con la esencia de una empresa futbolera, en torno de la cual surgen múltiples pasiones.
Sin embargo, la larga lista de clubes europeos cuyos dueños provienen de otras culturas, demuestra que la mentalidad inversionista no interfiere con las emociones; por el contrario, las estimula. Así los vean como meras fuentes de riqueza, si no los entusiasman las divisas, lo logran los buenos resultados deportivos, porque se traducen en ganancias, objeto primordial de la compra. Y para lograrlo, no solo adquieren las acciones, sino también, futbolistas que muevan la taquilla, y entregan la administración a personas de la región, con las cuales los hinchas se identifiquen.
Nada de esto sucede con el Once Caldas. Aquí se sabe quién es su propietario, por más que aparezca por la ciudad cada nunca, solo para quejarse de lo que no recibe a cambio de lo que no da, a lamentarse (con razón) de la casi nula vinculación empresarial local y a anunciar su urgente intención de deshacerse de algo que considera un bien mostrenco o un caserón cuyo mayor valor es el lote. A atender el llamado aparecen los más extravagantes potenciales compradores o ilusos que ofrecen milagros con un proyecto que parece salido de una tesis de grado en administración y con ella ofrecen recaudar una suma astronómica, en una ciudad donde a casi todos los ricos les pegan en el codo y abren los dedos de los pies. Semejantes oferentes solo logran demeritar todavía más el prestigio del equipo.
Del dueño para abajo, pocos saben quiénes son el presidente ni los directivos, no saben si viven o no en Manizales, ni qué hacen. Solo es visible un inquietante personaje que tampoco es caldense, cuyo estilo despierta suspicacias, y sus procederes, por simple capricho del destino no por voluntad suya, siempre perjudican al Once Caldas. Si una sola persona, que no sean él o de su entorno, demuestra lo contrario, se concluirá que todo un departamento se confabuló contra estos ‘Iron Men’ de carriel que vinieron a salvar el equipo de la inminente desaparición... para matarlo lentamente.
Y para que no se diga que la comarca fue desplazada del manejo de una entidad que solía estar en los afectos colectivos y en tiempos idos obtuvo resonantes triunfos, hay un gerente general manizaleño, muy querido dicen, cuya importante función es desengañar al aficionado cada seis meses. Lo logra con la experiencia adquirida en sus años de trabajo en RCN, donde la información se maneja con la delicadeza de Jack el Destripador. Su poder general culmina ante su ya descrito subordinado, que por alguna ley de la física está por encima del jefe. La presencia del paisano en el manejo del Once tiene igual propósito que la de actores negros o latinos en las series gringas: es políticamente correcto.
Nada de lo anterior pretende soslayar el derecho legal de uso, abuso y usufructo del dueño en su propiedad. El del Once lo ejerce a placer, como si buscara aplastar el sentido de pertenencia del puñado de verdaderos hinchas que hay. Lo está logrando, gracias a la indiferencia, o la inexistencia, de una clase dirigente local con sentido del deber cívico. Imbuida de un conformismo rayano en la estupidez, celebra como grandes logros las ventas de empresas que eran motivo de orgullo comarcano, a negociantes de regiones vecinas que ven en Caldas su patio trasero y enfurecen porque aquí hay mucho más que allá por mostrar, sin necesidad de mentir, para ellos salir a decir que todo lo de aquí es suyo.
El Once ya no es de Caldas, porque su propietario puede hacer de él lo que quiera, por más que duela. De ello tienen también culpa los manizaleños que lo enajenaron y viven convencidos de que con gritar “¡oleeeeee!” cuando suena la ‘Feria de Manizales’, pagan su cuota para el progreso de la región y su identidad.
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