Tenemos como colombianos la esperanza de que se logrará la paz para todos nuestros compatriotas que es un anhelo sentido como una urgente y necesaria realidad para los colombianos sin consideración a creencias políticas, clases sociales, creencias religiosas, capacidad económica, profesión u oficio, sean citadinos, campesinos, indígenas, comunidades negras, porque nos cubre una sola bandera que es el perdón de nuestro corazón izado para ondear sobre una sola patria para que unidos todos construyamos un nuevo hogar donde irradie siempre la honradez, la ética colectiva, la justicia social y haciendo un alto en el camino luchemos unidos “no por el poder sino por la justicia, no por la política, sino por la moral, no por la dominación del país sino por su grandeza”.
Por eso debemos respaldar los esfuerzos para lograr esa soñada paz por encima del dolor de los hombres, “a pesar de la sangre y de la ira, a pesar de los muertos irremplazables, de las heridas injustas, de las balas ciegas”.
Luchemos por el futuro de nuestra Nación que es nuestro pueblo, no escuchemos sino palabras de recogimiento y unidad porque queremos y vamos a construir un nuevo destino.
Creemos en una existencia con equilibrio y armonía para consolidar un orden social que sea un claro entendimiento entre gobernantes y gobernados presididos siempre por ese principio orientador de la vida de los pueblos que son la ética y la justicia. Por eso vale mucho la brega por la paz porque “ya no es un ruego sino una orden que debe subir de los pueblos hacia los gobiernos, la orden de elegir definitivamente entre el infierno y la razón”. No podemos, se nos ha dicho, convertir el futuro, el posconflicto, en un discurso retórico sino que en la medida en que logremos acceso a los mercados de regiones y personas que por décadas estuvieron al margen, se alcanzará el objetivo de su verdadera inclusión económica lo que se traducirá en bienestar y desarrollo.
Creemos que el logro definitivo de la paz que se discute con las Farc y necesariamente con el Eln debe ser propósito y tarea de todo el pueblo colombiano porque es el camino del futuro. Nos entristece y nos duele la actitud de quienes tercamente se oponen a la paz en coro con sus monaguillos de una absoluta “fidelidad perruna” porque la lógica en esta hora es el acercamiento, el diálogo, el escucharnos, admitir posibles errores, darle la mano a los hermanos y hermanas, pero no empecinarse en una oposición de denuestos y aullidos denigrantes que lo único que hacen es un inmenso daño, irreparable, al porvenir de la Nación.
No es hora de ladridos. “Por el contrario se trata para nosotros de no permitir jamás que la crítica se mezcle con el insulto, se trata de admitir que nuestro oponente puede tener razón y que, en todo caso sus razones, aunque sean malas, pueden ser desinteresadas. Se trata en fin de rehacer nuestra mentalidad política.
Los que queremos construir la paz tenemos que aprender a escuchar voces diferentes a las nuestras, ideas diferentes a las nuestras y ser capaces de encontrar formas de integrarlas”.
Debemos oír a quienes no quieren oírnos, o, por el contrario debemos oír a quienes no queremos oír”. “Ni la política, ni las susceptibilidades nada tienen que ver frente a esta angustia. La única esperanza reside en el mayor esfuerzo, que consiste en retomar las cosas desde su comienzo para hacer de una sociedad condenada una Sociedad vigente”.
Queremos un posconflicto de profundas enmendaduras, de verdaderas reflexiones. Así como debe haber dejación total de armas debe haber apertura de oferta y empleo para los desmovilizados, no queremos más corrupción y robo continuado en la administración, queremos una Guajira sin hambre, no queremos una Nación de niños famélicos, no queremos más escándalos en entidades que deben ser ejemplares.
Queremos un orden social justo, un pueblo enaltecido por el trabajo. Queremos que no haya guerrilla pero tampoco más depredadores del tesoro público, en fin queremos un posconflicto que sea una verdadera asepsia de la política y la administración pública, y que en el futuro manejen el Estado, hombres y mujeres que garanticen que “tienen las manos limpias y el corazón sereno”.
Creamos en la paz, creamos en la unidad, creamos en el respeto recíproco, creamos que somos hermanos, y definitivamente creamos que hay más nobleza y más futuro en un abrazo que en un balazo!!!
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