Le ha venido bien al país el reciente desempeño de la selección de fútbol en el mundial de Brasil. Salvando los brotes de intolerancia y desorden asociados a las celebraciones, ha sido todo un país el que, después de la polarización propia de un proceso electoral, encontró motivos para unirse en torno a una ilusión y a profundas emociones asociadas al orgullo patrio. Lo único por mejorar sería quizá que los medios ayudaran a generar tal orgullo por nuestros campeones en ciclismo, atletismo, patinaje, natación, hockey y otras tantas disciplinas en las que nuestros deportistas han alcanzado logros mayores que el de la selección de fútbol. Aclaro, no para desmotivar el fervor por la camiseta amarilla, sino para que otras disciplinas y sus destacados deportistas consigan el mismo apoyo y respaldo, aunque no muevan tantas chequeras alrededor del mundo.
Pero esta nota no la voy a dedicar a más de los merecidos elogios de nuestros deportistas. La dedico a quienes teniendo los mismos motivos que todos los colombianos, no pueden lucir la alegría que se ha respirado en nuestro país en las últimas semanas. Me refiero de manera particular a la familia de Andrés Felipe Calle, un joven profesional que como tantos terminó sus estudios con la esperanza de contribuir al desarrollo del país y seguramente empezar a construir un proyecto de vida para él y su familia.
Dicha esperanza, individual y colectiva, está hoy nublada por la incertidumbre a la que les ha sometido la guerrilla del Eln, el mismo grupo que hace un par de meses envió señales respecto de su voluntad para dialogar, pero paradójicamente insiste en actos abominables como los atentados a la infraestructura, las intimidaciones con explosivos y la peor de sus prácticas: el secuestro. Sobre este último no debe haber términos ni agravantes, pero resulta más incomprensible cuando su retenido nada tiene que ver con la confrontación armada, sino que apenas cumple un encargo en virtud de la puesta en práctica de su conocimiento.
Ningún daño le hace un joven geólogo a los intereses de la insurgencia, y ningún provecho le hace a su lucha la privación de la libertad de alguien totalmente ajeno al conflicto, y de paso la libertad, tranquilidad y estabilidad emocional de su familia.
He sido y seguiré siendo un defensor del proceso de paz que ha promovido el actual gobierno nacional, asumiendo aún sus limitaciones e imperfecciones. Pero no puedo evitar reconocer que con actos como este, un grupo insurgente solo demuestra que su búsqueda de la justicia social es materia casi olvidada, en la medida que sus acciones han sido copadas por el terrorismo.
Todos los colombianos, pero de manera particular los caldenses en pleno deberíamos manifestarnos a diario y a través de múltiples mecanismos, hasta que Andrés Felipe Calle recobre su libertad. Ha sido consecuente la Universidad de Caldas a través de las expresiones de todos sus estamentos. Valiente la postura del estamento estudiantil. Expresiones iguales deberían venir de todas nuestras autoridades.
Aunque de poco sirva, van en estas líneas los más sinceros sentimientos de solidaridad con su familia, y aprovechando la difusión del diario, un reclamo enfático a la guerrilla del Eln para que lo regresen sano y salvo, con la esperanza que dicho reclamo sea replicado de múltiples maneras por quienes lean estas líneas.
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