Se realizó en Manizales hace pocos días el octavo Congreso Colombiano de Botánica, evento que reunió investigadores, docentes y estudiantes de todos los rincones de Colombia e incluso algunos de fuera del país. A lo largo de una semana de seminarios, conferencias y talleres, se hizo un completo recorrido por la riqueza natural del país, se presentaron avances en materia de conocimiento científico y se propició un intercambio científico y cultural que enriquece sin duda, no solo en la dimensión económica, a la ciudad y el departamento.
Como señalaba el coordinador del Congreso en sus palabras de instalación, la diversidad y riqueza biológica del país ameritan inversión en investigación y desarrollo tecnológico, de manera que no solo se contribuya a su conservación, sino que además se identifiquen posibilidades de desarrollo económico a partir del conocimiento, la bioprospección y el uso sostenible.
Paradójicamente se hizo público por los mismos días el anuncio que para el año 2016 el presupuesto para el Ministerio de Ambiente será 18% menor y que la inversión en Ciencia y Tecnología del país se reducirá más de 20% sobre el ya escaso aforo de 2015. Menos de 100 millones de dólares para Ciencia y Tecnología no solo son escasos como cifra absoluta. Científicos del país, para expresar su dimensión, han señalado que tal cifra es equivalente a la construcción de 10 kilómetros de doble calzada, o que resulta menor al valor de uno solo de los 57 aviones A320 que tiene Avianca, entre su flota de 177 aeronaves. También motiva reflexiones que se asignen más recursos a la Unidad Nacional de Protección, que fundamentalmente paga escoltas, que a la institucionalidad que debe movilizar la innovación y generación de nuevo conocimiento para el país.
Resulta incoherente, por decir lo menos, que el Gobierno quiera contarse entre los países más avanzados en indicadores de desarrollo y al tiempo invierta, como lo señalaba en su reciente nota el columnista Ramiro Velásquez, menos en ciencia y tecnología que Etiopía y Senegal, y alcance apenas los niveles de Burundi o Namibia.
Nuestra riqueza natural, cultural y social es incuestionable, y nos ubica en lugares destacados en el concierto global. Pero esta riqueza se nos va quedando cada vez más en el intangible de los reconocimientos y los discursos. Localmente nos preciamos de tener el reconocimiento de la Unesco como Paisaje Cultural Cafetero, y esperamos retornos de ello a través del turismo. En contraste, investigadores del IDEAM y del Instituto Humboldt han advertido en los últimos meses que departamentos como Caldas y Quindío tienen el paisaje más modificado del país y de los más altos niveles de deterioro del suelo. No pretendo desalentar el impulso que la declaratoria de Unesco debe significar para nosotros. Lo que quiero es señalar que los ingresos por turismo nunca compensarán el deterioro al que nos enfrentamos, y que las claves para revertirlo están justo en la investigación y el conocimiento sobre todo lo patrimonial: cultura, naturaleza y sociedad. Ahí es donde la declaratoria gana relevancia.
No es comprensible cómo pretende el gobierno impulsar el desarrollo científico-tecnológico y la innovación, cuando reduce los recursos para promoverlo. No se entiende para qué se quiere formar más Doctores si se reducen los recursos para viabilizar su trabajo. No es posible pensar en que vamos a conservar nuestra base natural y a obtener provecho de ella si no tenemos recursos para conocerla mejor. No es fácil comprender cómo se va a transformar la ruralidad si tanto en desarrollo científico como en la integralidad del sector se va a reducir la inversión. No se siente uno como ciudadano incentivado a contribuir con el recaudo tributario, cuando la destinación del mismo no va a favorecer la inversión que el Estado debe garantizar.
Aunque las comparaciones simples no siempre caben, el hecho que el presupuesto del año para ciencia y tecnología sea muy similar al valor de la transacción de nuestro futbolista más cotizado, puede ayudar a entender por qué hay más niños soñando con patear un balón que con cuestionarse, investigar y ayudar a resolver los problemas de su entorno.
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