Conmovedor el homenaje de Medellín, Colombia y el Club Atlético Nacional a los 71 fallecidos en la tragedia aérea y sus familias.
Nos hicieron llorar varios gestos, en especial el sentido discurso del ministro de Relaciones exteriores de Brasil en un acto hermoso y masivo de solidaridad.
Un ser sensible y agradecido que supo ver como el verde y el blanco del Chapecoense y del Nacional expresan algo hermoso e invitan a algo:
"Gracias Colombia, gracias Medellín, gracias Nacional... No es casualidad que el color de ambos equipos sea verde y blanco: esperanza y paz”.
Una tragedia no es para entenderla, es para captar que todo tiene un sentido oculto y trae grandes lecciones.
Tienen que existir la desdicha, la pérdida y el drama para que puedan brotar el consuelo, el apoyo, la solidaridad y el amor. La muerte para quien parte es un regalo, no un mal.
Muy duro para sus seres amados, pero somos migratorios y antes de encarnar elegimos cómo íbamos a regresar.
No lo decide Dios y esa muerte que vemos como horrible, es un acto de amor ya que toca corazones y despierta consciencias.
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