Un discípulo le preguntó a su maestro qué era el cielo y este le respondió:
“El cielo no es lugar, es un estado del alma, un espacio de paz y de amor en la presencia de Dios.
Se puede entrar a ese paraíso desde ya con un alma limpia y una vida centrada en lo esencial: amar de verdad”.
Podemos agregar que algunos ven el cielo como el gran almacén o supermercado de su ciudad.
Enseñados a comprarlo todo, creen que el dinero funciona en las esferas del alma y del Padre celestial.
Ojalá antes de partir descubran que lo que acá más relumbra, en la eternidad seguro tiene brillo.
Algo que Jesús insinuó con su inquietante frase: “hay muchos que aquí son primeros y allá serán últimos”.
Mira, pues, a tu interior y siente cómo está tu alma. Ella es la que trasciende, y el cielo y el infierno los llevas contigo.
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