Cierto día fui al templo y por la calle vi a una niña tiritando de frío, y me dije: “Hoy no va a comer decente”.
No lo entendí e increpé a Dios: ¿Por qué permites estas cosas? ¿Por qué no haces nada para solucionarlo?
Volví a casa, realicé las laboras del día y en la noche, de improviso, soñé con Dios que me decía:
Yo he hecho algo para que no existan pobres ni personas que no pasan extremas necesidades.
¿Qué has hecho, Señor?
Bueno, te he hecho a ti.
Los seres humanos tienen todo en sus manos para construir un mundo mejor, pero ¿lo hacen?
Es muy cómodo culpar a Dios del mal uso que hacemos de nuestra libertad y nuestros talentos.
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