Una ejecutiva se sienta en el vagón de un tren en el que va un señor vestido de negro con tres niños.
Durante el trayecto los niños hablan, se mueven, el más pequeño llora y todos hacen ruido.
La ejecutiva se impacienta y trata de concentrarse mientras se ve que trabaja desde su portátil.
El señor se ve todo el tiempo agachado y mantiene su cabeza entre las dos manos mirando hacia el suelo.
La señora piensa: “Hombre tenía que ser, ni se inmuta mientras los hijos se portan bien mal”.
Su rabia aumenta y, cuando ya está a punto de gritarle para que se apersone y los controle, sucede algo inesperado.
Uno de los niños se acerca al papá y le dice llorando: “Papi, ¿a qué hora es el entierro de la mamá?
Eso la deja perpleja e inmediatamente cambia su actitud. ¡Ah, cuántos juicios elaboramos sin conocer la realidad!
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