Dios mío, con aceptación me alejo de batallas estériles, y no soy un amargado o un inconforme.
Tú, Padre del amor, me ayudas, no a resignarme, sino a tomar la realidad tal como es y mejorar lo que puedo.
No es fácil porque hay situaciones bien complicadas, pero con fe, amor y constancia me supero.
Ante todo, Señor, debo aceptarme a mí mismo y quererme con una fuerte autoestima.
Mi reto es valorarme, no ser víctima y esmerarme por dar lo mejor de mí sin envidiar a los demás.
Entonces fluyo, valoro a los otros y dejo de estar peleando contigo con la vida y con la realidad.
Solo estoy bien cuando me amo y acepto a los otros como son, sin dejar que nadie abuse de mí. Guíame, Dios mío.
Paso a paso, con paciencia, la sequía acabará y podré hacer una buena cosecha y volver a sonreír.
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