Antes de trascender un sabio dijo a sus discípulos: No hagan ningún ritual y me creman así como estoy, con la misma ropa.
Era famoso por su buen humor y porque decía que la risa era una de las mejores expresiones del amor.
Irradiaba siempre felicidad y, al morir, sus amigos no lloraron y pusieron su cuerpo sobre la pira crematoria.
Muchas personas asistieron a ese funeral y recordaban la cara sonriente del sabio anciano.
Entonces, de pronto, sucedió algo totalmente inesperado que asombró a todos los presentes.
Cuando el cuerpo fue colocado sobre la pira, ese anciano hombre hizo su último truco.
Había escondido muchos fuegos de artificio debajo de sus ropas y repentinamente hubo un espectacular derroche de juegos pirotécnicos.
Entonces el pueblo entero comenzó a bailar. No era la muerte, era la nueva vida, era una resurrección.
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