Unos 500 millones de ciudadanos europeos son convocados a las urnas el 25 de mayo para decidir el futuro gobierno de la Comunidad Europea en el próximo lustro, eligiendo a 751 representantes al Parlamento con sede en Estrasburgo y la cabeza del ejecutivo, en reemplazo del portugués José Manuel Barroso, quien gobernó sin mucho poder desde Bruselas.
El candidato de los socialdemócratas, el alemán Martin Schultz, de 58 años, a nombre de la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas, competirá con el luxemburgués Jean Claude Juncker, de 59 años, representante del conservador Partido Popular Europeo. El presidente de la Comisión Europea será elegido por mayoría de los congresistas del nuevo Parlamento.
Además de estas dos principales fuerzas en pugna, participan en las elecciones los grupos Verde, Liberal, la Izquierda Unitaria Europea y la extrema derecha, entre otros, por lo que las decisiones generales deben tomarse siempre por medio de difíciles coaliciones y negociaciones fluctuantes.
El ambiente que se vive en estos momentos augura una fuerte abstención en casi todo el continente y el incremento de la votación de protesta a favor de las formaciones de extrema derecha, cada vez más fuertes, en especial en Francia y en países nórdicos y del Este. Pese a la fuerza y las décadas de difícil pedagogía, los comicios europeos no atraen a una población que en su mayoría está frustrada por las crisis sucesivas y el desprestigio generalizado de los políticos y la élite tecnocrática.
A unos días de las elecciones no se siente ningún entusiasmo y los debates de ideas se centran en las élites intelectuales y políticas y en algunos medios de prensa. El funcionamiento laberíntico de las instituciones europeas tricéfalas, con sede en diversas localidades, hace difícil al hombre del común reconocer dónde se toman las decisiones e ilegible la multiplicidad de regulaciones económicas, comerciales, judiciales y políticas.
El parlamento europeo tiene sede en Estrasburgo, bellísima ciudad de encrucijadas cerca al río Rhin, que ha pasado a lo largo de la historia de mano en mano en medio de terribles guerras entre Francia y Alemania con imperios ya desaparecidos como el Austrohúngaro o el prusiano. Esas desgarradoras y sucesivas pertenencias de la región de Alsacia y Lorena se percibe en la arquitectura y la vida cotidiana cosmopolita de esta ciudad que fue centro y placa girante del comercio medieval y refugio de grandes figuras como Gütemberg.
La Comisión Europea y el gobierno concreto de la Unión tienen su sede en Bruselas, otra ciudad con una larga historia de sucesivas pertenencias en medio de guerras y reparticiones entre imperios sucesivos, donde se ha creado en este medio siglo de existencia europea de posguerra una nomenclatura tecnocrática alejada de la realidad concreta de los países, odiada por los ciudadanos de la calle.
A esas dos capitales se agrega Frankfurt, sede del poderosísimo Banco Central Europeo que dicta el rigor en el continente para evitar la inflación y el déficit colosal de los países endeudados, y Múnich, sede de la fuerza militar de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
Después de la crisis mundial iniciada en 2007 varios países han caído en la bancarrota como Grecia, Irlanda, España y Portugal, y otros están al borde del precipicio, mientras Alemania aparece como la potencia regional que por su poderío y auge económico dicta el rumbo de la región, causando protestas en las periferias agobiadas por el desempleo y la austeridad.
Todos esos problemas deberán afrontar ahora el nuevo Congreso, el nuevo gobierno de Bruselas y el nuevo jefe del ejecutivo, obligados a acelerar los esfuerzos pedagógicos para limitar el auge de los euroescépticos de extrema derecha y de extrema izquierda.
El alemán Schultz es un simpático exfutbolista germano que abandonó el deporte a causa de un accidente y luego se convirtió en librero autodidacta que escaló en la política nacional y Europea.
Juncker es un serio abogado con larga tradición como funcionario y primer ministro en su país y en la Comisión Europea. Ambos han pasado por grandes dificultades en sus vidas y por épocas de gran afición al alcohol, que aun disfrutan, lo que no les impide un excelente desempeño en sus actividades.
Seres humanos antes que todo, ambos se han reconstruido después de sufrir accidentes vitales. Pero mientras Shultz es un gran orador y amena persona cargada de sentido del humor, Juncker es más conocido por su opacidad, su rigor y su profesionalismo en materia económica.
Del éxito en esa tarea depende la posibilidad de evitar el desmembramiento de la Unidad y el levantamiento de los viejos espectros y fantasmas de los extremismos que llevaron varias veces a la guerra y a la ruina total a este viejo continente.
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