El año que concluye vivimos en peligro en muchas partes del mundo, sacudidos por guerras, conflictos y sorpresas electorales que generaron incertidumbres y cambiaron el mapa político a futuro, como ocurrió exactamente hace cien años en medio de una guerra mundial que rompía fronteras en Europa y Oriente Medio.
Lo ocurrido en Siria y en Oriente Medio en general es una repetición de otro conflicto que redefinió entonces los mapas de esa zona estratégica, con protagonistas distintos e intercambiables. En aquel entonces la jugada era dominada por Inglaterra y Francia y más tarde por Estados Unidos, como bien lo describe Lawrence Arabia en su magnífico libro Los siete pilares de la sabiduría.
Rusia experimentaba la Revolución de octubre en 1917 y Turquía, cabeza del imperio otomano, se derrumbaba después de siglos de gloria y poder. Todos aquellos países de la zona cambiaban de manos bajo la tutela de los imperios y surgían nuevos países en territorios que han vivido en conflicto desde hace varios milenios y donde han surgido y caído las más espectaculares civilizaciones.
Ahora el guión fue distinto y la protagonista es Rusia, que renace de sus cenizas tras la caída del Imperio Soviético hace varias décadas dirigida por su nuevo Zar Vladimir Putin, quien aliado con Irán plegó a Turquía para llegar a una solución y poner fin a una guerra que ha causado varios centenares de miles de muertos y obligado al destierro a millones de ciudadanos.
La astuta política exterior rusa supo sacar partido de varias crisis en el campo enemigo. En Estados Unidos lo impensable ocurrió y el gran payaso Donald Trump, salido de una película de Batman, con guasón a bordo, tomó el poder rodeado de un equipo de multimillonarios y personajes dudosos que aplicarán a partir del 20 de enero inéditas e inquietantes políticas internacionales que nos tendrán a todos en vilo.
Al mismo tiempo que el imperio estadounidense como un gato herido y viejo espera la llegada del gran clown a la Casa Blanca, Europa a su vez es una gacela inerme y herida después del triunfo del Brexit en el Reino Unido y las incertidumbres políticas en Alemania y Francia, que vivirán elecciones cruciales en 2017.
Europa además fue sacudida por la llegada de millones de migrantes que huyen de las guerras de África y Oriente Medio y cruzan en desbandada el Mediterráneo en medio de naufragios para tratar de salvar el pellejo. En las calles de las capitales europeas duermen miles de familias del éxodo sin brújula y crecen campamentos salvajes que son la prueba de que algo horrible ha ocurrido lejos, en Afganistán, Pakistán, Irak, Oriente Medio, Somalia, Yemen, los países del Magreb, entre otros lugares de conflicto.
Desde el Oriente la poderosa China observa con calma milenaria, en espera de entrar a su vez en el juego geopolítico, como otra de las grandes potencias que tiene poder de decisión gracias a su enorme poder económico y militar. China, Rusia, Estados Unidos y sus respectivos aliados jugarán con las fichas en el ajedrez de los poderes mundiales para sacar provecho de las debilidades de la vieja Europa y la fragilidad de América Latina, África, Asia y el resto de países débiles.
El año que comienza será pues una gran incógnita y en las redacciones de agencias, periódicos, radios y televisiones, así como en las cancillerías y los ministerios de Defensa habrá mucho trabajo y la máquina trituradora de noticias seguirá funcionando con todo el ímpetu igual que en este año 2016, marcado por guerras y éxodos.
Los poderes mundiales no tendrán piedad con nosotros. Un mundo dominado por la velocidad informativa de las redes y por las imágenes repetitivas que manipulan a una población ignorante y fanática conduciéndola a guerras religiosas o a conflictos absurdos, será fácil presa de los peores demonios del mal. La codicia de la plutocracia mundial y sus títeres en el poder, encabezados por el magnate Donald Trump y su gabinete de millonarios, será aun mayor y en su delirio arrasarán con todo. A esas fuerzas les conviene la guerra y el armamentismo desatado y les tiene sin cuidado el dolor de millones de humanos, como ya lo demostraron en este último lustro las potencias en el martirizado Oriente Medio.
América Latina, que ha vivido una década de relativa y excepcional estabilidad, puede ser sacudida de nuevo por las incertidumbres. Al acecho están los extermistas que abogan por la guerra y el conflicto y esperan con alegría que se encienda la chispa en regiones o países a punto de explotar que como América Central, México, Venezuela, Brasil, Argentina, Perú o Colombia viven en el peligro y la inestabilidad permanentes albergando en su seno los fantasmas del pasado. Roguemos para que los imperios aplacen por ahora el momento de encender la mecha de nuestros conflictos ancestrales.
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