Nacido en una artesanal imprenta de la angosta calle del Codo, en el bucólico Medellín de las postrimerías del siglo diecinueve, el 22 de marzo de 1887, El Espectador arriba este domingo a sus 128 años de vida.
El periódico nació bajo la sabia dirección de don Fidel Cano Gutiérrez, quien desde sus primeras entregas sufrió implacables persecuciones de los déspotas que no admitían, ni compartían su línea editorial, ni sus principios liberales, enteramente democráticos.
Su actual director, Fidel Cano Correa, descendiente del gran patricio de la notable dinastía periodística, anticipó que la edición conmemorativa viene hoy con algunas innovaciones en distintas áreas. Sus lectores verán un ejemplar más robusto, cargado de historia. Será un número de colección.
El Espectador circuló simultáneamente en Bogotá y Medellín, siguiendo siempre las normas de don Fidel. También fue por muchos años el único diario vespertino que se publicaba en la capital el país. Su traslado definitivo a Bogotá se dispuso poco después de la fundación del Diario Nacional, dirigido por don Luis Cano, otro miembro de la emprendedora familia paisa.
Sus consignas dictadas por El Patriarca del Periodismo (título de un magnífico libro biográfico del fundador, escrito por el historiador y periodista boyacense Héctor Muñoz Bustamante), fueron casi gemelas. La primera rezaba: "trabajar en bien de la patria con criterio liberal y en bien de los principios liberales con criterio político". El segundo lema, con leves cambios, proponía "trabajar en bien de la patria y en bien de los principios liberales con criterio patriótico".
Los historiadores Jorge Alejandro Medellín y Diana Fajardo recuerdan que en junio de 1887 (cuando no había cumplido su primer trimestre de vida) la publicación fue suspendida por el gobierno de Rafael Núñez. Reapareció a los seis meses (en enero de 1888), pero en marzo fue de nuevo suspendida, en virtud de la llamada "Ley de los caballos", que castigaba con prisión, exilio o pérdida de derechos políticos a quienes "alteraran el orden público", junto con más de una docena de periódicos liberales. (Cualquier parecido con la Venezuela de hoy es la vergonzosa repetición de la historia en el vecindario suramericano).
Entre los periodistas que sufrieron el destierro o el encarcelamiento figuraron Fidel Cano Gutiérrez, José María Vargas Vila, Rafael Uribe Uribe, Juan de Dios Uribe, "El Indio", y los expresidentes Santos Acosta y Santiago Pérez. Las persecuciones continuaron en La Guerra de los Mil días. El presidente Rafael Reyes lo suspendió durante ocho años, (entre 1904 y 1912). En septiembre de 1952 fue incendiado por la chusma bogotana junto con El Tiempo, la sede de la DNL y las residencias de Alfonso López Pumarejo y Carlos Lleras Restrepo. También fue cerrado por la dictadura del general Gustavo Rojas Pinilla. El calvario fue bien largo. El capo mafioso Pablo Escobar mandó a matar a su director insignia, don Guillermo Cano, y semidestruyó con un camión-bomba cargado de dinamita las instalaciones del diario.
Hasta 1997 El Espectador perteneció a la familia Cano Isaza. En época de "vacas flacas" se vio forzado a convertirse en semanario y se mantiene como diario de la mañana, en formato tabloide, tan consolidado en el diarismo europeo, bajo la carpa el Grupo Santo Domingo.
La apostilla: El abogado constitucionalista, escritor, columnista y reportero Óscar Alarcón Núñez, formado en las queridas entrañas del Decano de la prensa colombiana, escribió en el colofón del prólogo de la mejor biografía de don Fidel: "Los años se nos fueron pasando. Llegamos jóvenes a El Espectador y salimos 'Canos'".
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