Nadie como el profesor Alberto Restrepo González ponía bajo su temible lupa de manera tan despiadada a los nativos de las diferentes regiones de Colombia en una amena columna periodística con el rótulo de la "Escuelita", ya desaparecida, que aparecía esporádicamente en la prensa maicera.
Contraplano conserva en su archivo escritos memorables de este maestro del buen decir. La más principal, como diría don Francisco de Paula Rendón, el otro escritor costumbrista de Santo Domingo, el pueblo de don Tomás Carrasquilla, la tituló "Así nos vemos". Con su venia, doquiera de encuentre, tomamos algunos apartes de este singular artículo de tan alto voltaje:
"…Los colombianos nos hemos mirado siempre con mirada turbia y amarga" y sin rodeos entra en detalles o en definiciones:
"Negro: hombre bruto, feo y perezoso… Indio: salvaje, ignorante, inculto, atrasado, mal intencionado y falso… Blanco: rico, abusivo, acaparador y explotador… Paisa: negociante, vividor, tramposo, agresivo, autosuficiente y sobrador… Rolo: mestizo del altiplano, solapado e hipócrita que vive de la corrupción política… Pastuso: individuo tonto y torpe, carente de entendederas, que todo lo entiende al revés… Opita: especie de pastuso del norte que, falto de inteligencia, sobrevive a base de mansedumbres fingidas… Toche: santandereano altanero y grosero, que en lugar de dialogar, agrede… Costeño: holgazán, fiestero y supersticioso, que sobrevive a base de agorerías, triquiñuelas y peculados".
En esta rescatada entrega de su "Escuelita", el profesor Restrepo consignó denuestos de este voltaje para las más diversas profesiones u oficios:
"Campesino: sujeto ignorante, hambreao y pobre que puebla los rincones del país… Sindicalista: proletario indolente que, escudado en los fueros laborales, obstaculiza el trabajo y medra en provecho propio… Clérigo: cura que vive del usufructo de mitos y supersticiones… Político: gamonal de provincia, experto en el arte de mentir y defraudar el erario valiéndose de peculados y privilegios de clase".
Como el espacio se agota, señalemos que el garrote del escritor de luengas barbas también alcanzó para los abogados, los militares, los periodistas y las hermanitas de la caridad.
A don Alberto, como a nosotros, le seducían los buenos colofones: "Es claro que un pueblo que se relaciona mirándose de esta manera, tiene que estar plagado de agentes de la violencia generada por el menosprecio existente entre los colombianos de todos los estratos sociales".
La apostilla: Se supone que semejante retahíla de insultos contra los colombianos oriundos de la gran mayoría de regiones del país le debió generar unas justificadas tandas de réplicas dirigidas principalmente a su señora madre.
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