La presencia de las víctimas del conflicto armado en la mesa de negociación de La Habana marca un momento muy especial en el marco del proceso de paz. Es de los pocos, o el único, proceso de paz en la historia mundial donde las víctimas toman asiento en la mesa de negociación. En nuestro país, donde hay más de 6 millones de víctimas causadas por todos los tipos de atrocidades que han marcado el conflicto, la presencia de las víctimas es una forma de irrumpir en la negociación con el dolor que se ha generado. Quienes han sufrido los rigores de la crisis humanitaria en todos estos años de enfrentamiento armado, donde por desgracia no se han respetado ni las normas de la guerra.
Es, pues, un acto de una profunda simbología, que debe servir de "polo a tierra moral" al proceso de paz. Donde tanto las Farc, como los paramilitares, como los militares deben aceptar y reconocer todo el mal propinado a la población civil. Este momento debe servir para que en los actores del conflicto se dé un verdadero inicio de conversión profunda partiendo del reconocimiento del mal propinado.
Queremos oír de los victimarios ya no frases como: "fue un error político", "fue un exceso", "fue producto de la insensibilidad propia del conflicto"; sino que se dé un paso hacia adelante. Un paso en el cual se dé una aceptación desde el punto de vista moral. Y que ello genere un sentido arrepentimiento, que transparente desde él mismo las condiciones de posibilidad para construir una sociedad donde todos podamos vivir. Y una sociedad que como un todo, como cuerpo es capaz de reparar a las víctimas.
Igualmente, estar sentados Farc y Gobierno con las víctimas suscita necesariamente la pregunta por la necesidad y urgencia de un acuerdo de cese al fuego. Si la voluntad política de las partes sigue creciendo en búsqueda de la paz, el cese del fuego comienza a ser necesario. No queremos más víctimas, no queremos más atrocidades, no queremos más muertos, ni heridos, ni secuestrados, ni desaparecidos. Sencillamente, hay que parar ya el conflicto armado, este es un grito que brota en las entrañas de esa reunión con las víctimas, y emerge desde las heridas que tiene el país por toda su geografía humana colombiana. Qué bueno que se pudiera rápidamente dar este paso.
Esperamos que este encuentro, como lo dijo alguna de las víctimas, genere también un punto de no retorno en las conversaciones, es decir, que tengamos la certeza que de la mesa de La Habana saldrá un acuerdo. No podemos dar el lujo de un fracaso de estas negociaciones. El país ya lo pidió en las urnas, ahora lo pide desde lo profundo de sus heridas.
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