Esta calamidad doméstica que me ha sucedido, esta catástrofe de los pagos automáticos del banco me ha cambiado la vida. En mi columna pasada (La mento) ya les conté que pagué los servicios públicos de tres familias durante años, y no me di cuenta, hasta hace poco. Pues ahora, parezco otra: cuido cada peso y hasta reviso las vueltas cuando las recibo.
Ahora también manejo mis cuentas en una tabla de Excel, lo que me ha vuelto más organizada con la plata. Y aunque cada vez que abro el computador me organizo más, no creo que exista ninguna mujer, ni hombre, que pueda llevar los gastos mensuales, apuntarlos, sumar y restar y que las cuentas le salgan al final. Yo no logro hacerlo ni al final del día, y eso que de las 24 horas dormía, sin gastar, por lo menos ocho, y aunque en las últimas noches cada vez duermo menos y por lo consiguiente gasto más, y a pesar de que antes de alcanzar el sueño me cuadran los números, todo es de mentiritas. Menos la esperanza de alcanzar el sueño de pagar las deudas. Porque a mí no me vengan con cuentos, nadie puede saber lo que se gasta, y mucho menos lo que se va a gastar o en lo que se va a endeudar. Por lo menos en mi caso, entre más me organizo, menos entiendo.
Pero hice mi tabla, con entradas y salidas, y traté de incluir todo, hasta los cigarrillos. Tuve en cuenta, además, los gastos anuales, predial, impuesto y seguros del carro, ese que nunca uso porque me quitan el descuento del año entrante, y también el otro, el Soat o algo así, más las cesantías de mi empleada doméstica, la declaración de renta, que me cae por esta fecha, y aunque siempre la DIAN me queda debiendo también siempre es imposible que me devuelvan algo… Pero ahora sí van a ver, pues para aumentar las entradas de mi cuadro, que es una lista muy corta comparada con las salidas, voy a pelear con la uñas y pienso hacer lo que sea, filas incluso, pero ¡voy a luchar como fiera por cada peso que me quite la DIAN o cualquier otro desgraciado que me quiera tumbar lo que es mío!
Perdón, es que ahora soy otra, como ya les dije, atormentada, tacaña, furiosa. Decía que en mi cuadrito de Excel hago proyecciones a un año, a seis meses, a quince días, y nada me cuadra. Es que ni entiendo cómo he podido vivir suelta. Y me lo dijo mi mamá: si no controla las tarjetas de crédito puede terminar presa.
Ella no sabe que yo esas verracas ya ni las uso; solo para cubrir el sobregiro y el crediexpress. Los gastos diarios, como los cigarrillos, salen de otra parte que todavía no me explico cuál es porque al año en se me va casi millón y medio en Marlboro que sabrá el diablo de dónde sale ya que tengo un déficit mensual de $1’300.000, lo que me parece que significa que cada mes me endeudo por esa suma y al final del año voy a deber más de 15 millones más. Qué irresponsabilidad la de ese banco darme tanto crédito a mí; casi como la del psiquiatra que me recetó Rivotril para la angustia.
Y eso que en el cuadro no incluí gastos menores ni imprevistos, como ropa, salón de belleza, un regalito que tenga uno que dar, un heladito que se quiera uno comer, nada nada, y de viajes o antojitos ni anotar. Incluí gasolina porque el carro no anda sin eso, pero para mí nada, aunque sin zapatos yo tampoco ando tendré que prescindir de todo lo demás. Por ejemplo el mercado no lo tuve en cuenta pues eso sale de alguna parte porque uno no deja de comer, ni de comprar zapatos. Pero es importante asegurar los puchos, y lo de pagar la salud y la pensión, no porque crea que voy a disfrutar de alguna de las dos en mi vejez sino porque sin pagar eso no se puede cobrar la plata que uno se gana trabajando. Así que lo puse en el cuadrito al igual que todo todo lo que no sirve para nada como las deudas.
Y ni así.
Es que no crean, es duro vivir sin saber sumar como me ha tocado a mí ¡Hubiera sabido antes que con meter la vida en un cuadro de Excel se solucionaría todo! Saber que en este computador tenía el remedio para este cambio de actitud que me facilita, no la existencia, pero sí el proceso de empobrecimiento: lo que no está en el cuadro no tiene valor o no existe. Y de alguna parte de este computador tendrá que salir para comprar el resto. La cuestión es organizarse.
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