¡Además de todo la Maglia Rosa es rosa! o rosado Soacha que llaman…
Toda esta historia de Nairo parece sacada de un cuento rosa. De un mundo rosa. De un país rosa ¡Y mentiras! Ninguna de las anteriores. La vida de nuestros ciclistas no ha sido propiamente un jardín de rosas, aunque no voy a decir que nuestro Naironman fue pobre pues a él no le gusta que digan eso ya que "jamás les faltó un plato de comida en la mesa". Y es que ese espíritu de sacrificio viene de la sabiduría de un hijo del campo, que sabe que para recoger, hay que sudarla y hay que sembrar.
Aunque no es que él se hubiera propuesto ser el mejor del mundo. Cuando chiquito no le pidió entrenador a su papá ni que le comprara una bicicleta; más bien ayudaba con el oficio de la casa, la huerta y el ganado. La mamá dice que el niño pasó su infancia casi sin juguetes, y creo que no los necesitó pues tenía vacas, pollitos, potreros para correr, cuatro hermanos para jugar. Cuando recién cumplió quince años y su papá le cedió su vieja bici, jamás pensó ser el primer latinoamericano en ganarse el Giro de Italia, pero se iba al colegio todos los días, bajando 16 kilómetros de ida y subiendo otros 16 de regreso a su casa a 3.000 metros de altura. Y nunca faltó a clase a pesar de que a veces llegaba todo reventado por alguna caída. Siempre llevaba en la espalda su mochila llena de libros y otras veces, en la barra de la cicla, a su hermanita o alguno de sus hermanos. En el colegio dicen que era muy responsable, pero nadie menciona si fue buen estudiante. Y a quién le importa, como gritaba el comentarista de ESPN al finalizar la última etapa del Giro: ganó el esloveno Luka Mezgec ¡pero a quién le importa!
Y lo que importa no es que Nairo ganara en contra de todos los pronósticos, con caída, fiebre, infección de garganta y demás desventuras a cuestas. Lo más importante no es ni siquiera que ganó. Lo que a Nairo Quintana lo hace grande es esa personalidad que tiene, y su sonrisa de niño. Eso es mucha belleza. Y como le quedan esas gafas, el gorro y botas y toda esa Maglia Rosa que resalta sobre su piel color Colombia. Ahora en Boyacá la ruana rosa se vende como pan caliente, y es porque Nairo reivindicó el rosa kitsch y los contrastes, y ya el rosado no es de homosexuales sino de campeones, y ya Colombia no es guerra sino amor.
Un elegido. Se lo dijo una vecina a la mamá cuando el pobre bebecito estaba casi desahuciado con unos males de estómago que ni los médicos podían curar. Con solo verlo la señora le aseguró a doña Eloísa que su niño padecía de "tentao del difunto", un mal que casi lo mata por culpa de un cliente que fue a comprar frutas y verduras a la tienda de los Quintana justo cuando la mamá estaba embarazada de él y resulta que a este señor se le había muerto un pariente hacía poco y por descuido tocó a doña Eloísa al despedirse. Y así se pega, por el contacto directo o indirecto del bebé con el muerto y solo se quita con hierbas, cortezas y raíces boyacenses, entre las que nació, murió y renació Nairo, hagan de cuenta como cuando llegó ya muerto a la cima de una de las etapas del tour de Francia, en el que quedó de segundo el año pasado. Y la vecina se lo explicó a la mamá: los que sobreviven al tentao del difunto es porque son elegidos y tienen una misión en esta tierra.
Y la de Nairo es ser grande. Y se va a ganar todo lo que hay para ganarse porque va muy rápido, y va a punta de esfuerzo y cojones. Nada de doping. Y fíjense cómo es la vida: por culpa de los colombianos, los europeos y gringos se inventaron el EPO, y por culpa de que los pillaron, ahora los nuestros pueden ganar. Así, en igualdad de condiciones, vemos quién es quién. Y es que lo del EPO o eritropoyetina es cierto: parece que hasta hace muy poco todos los ganadores del Tour de Francia se doparon con eso, desde el año 93, cuando resolvieron metérselo al darse cuenta de que los escarabajos, por vivir a estas alturas, tenían más glóbulos rojos, lo que les permitía una mayor oxigenación en la sangre y los hacía insuperables en la montaña.
Y así se sigan dopando nadie le gana, porque Naironman es el elegido y está hecho de hierro. Y seguirá pasando lo que pasaba cuando él volvía del colegio a su casa y se les pegaba a los ciclistas profesionales que entrenaban por esas faldas: los empataba o les ganaba con su pesada bicicleta. Imagínense lo que le espera ahora con un equipo que lo respalda como Movistar. (Porque si el patrocinador fuera Claro, Nairo viviría caído…).
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