En este país, que los políticos con la ayuda de "La sociedad civil", las acciones demenciales de los delincuentes, los marginales y los terroristas, han convertido en inviable, hemos pasado por todo tipo de patrias.
La Patria Niña o la Patria Boba, conocida hace mucho tiempo, cuando: "La rivalidad entre las provincias motivada por las ambiciones regionales y la avaricia, dan origen al período de la Patria Boba".
Todos creíamos con inaceptable bobería, que ese tipo de patria estaba superado, pero no era cierto. Tuvimos la desgracia de convertirnos en una patria que sin inmutarse con su herencia de presos españoles y de piratas refugiados, que trajeron lo peor del viejo mundo, dejaron los cimientos sobre los que se levantaron muchas otras patrias. Todas sin excepción peores que la primera.
Tenemos como muestra la patria bandolera, la marimbera, la cocalera, la mafiosa, la guerrillera, la paramilitar, la de las Bacrim, la parapolítica, la de las mafias de la contratación, la patria ratonera de los políticos. Todo un catálogo que nos muestra lo peor que hemos tenido, pero sobre todo lo peor que podremos llegar a ser, si no cambiamos el rumbo y avisamos desde nuestro faro de náufragos, un norte claro, decente, que nos redima como Nación y nos permita reconstruir sobre las ruinas que nos han dejado, un país digno y decente.
Hoy estamos inermes ante la re-edición de una patria que se maneja demencialmente, con políticos que la usurpan como Ali babá y sus conocidos ladrones, en los recintos del Congreso, convertidos en guaridas, convertidas en cuevas.
Tenemos la desgracia de ser el nido de una guerrilla que no tiene nada de revolucionaria, que es terrorista y que demuestra con cada acto desaforado de locura colectiva lo poco que le importa nuestra tierra. Una revolución construida sobre la destrucción de una Nación y la muerte indiscriminada de sus habitantes, asesinados a sangre fría y de maneras macabras, es la antítesis de una insurrección. Porque las revoluciones, se supone, quieren cambiar el régimen, con el postulado básico de querer mejorar una sociedad, hacerla mas justa, menos desigual. Pero no es ese nuestro caso.
Los grupos guerrilleros, las Farc, el Eln entre otros, no pasan de ser bandas criminales muy bien estructuradas, que destruyen la infraestructura, el ecosistema; envenenan los ríos, destruyen las poblaciones, arrasan pueblos enteros; riegan crudo en lo que debía ser verde, dejando una estela de pobreza, desolación y muerte, que no tienen cabida en los verdaderos tratados de revoluciones que liberan pueblos, sino en las letrinas en las que reposa la ideología de la que dicen nutrirse, usada como papel higiénico de unos grupos de delincuentes que quieren seguir mintiéndole al mundo sobre sus verdaderos objetivos, que no otros, que los de la anarquía y el poder. El poder levantado sobre el miedo, que es el poder de los que no pueden cambiar el poder.
Los paramilitares y sus descendientes deformes, las Bacrim, que Uribe dijo había acabado, con las mentiras y las farsas de su gobierno de violencia y de violentos, llevado de la mano de su mentiroso Comisionado de Paz, prófugo de la Justicia, Luis Carlos Restrepo, un psiquiatra estúpido y mendaz, que permitió que de cerca de 15.000 paramilitares que eran, se desmovilizaran mas de 30.000 y siguieran en operación muchos otros miles, ahora mas sofisticados, mas violentos, mas despiadados, mas dementes.
Agreguemos a este cóctel Molotov, los violentos parapetados en la institucionalidad: políticos corruptos, militares matones, policías deshonestos y civiles contratistas ladrones, y habremos casi completado el cuadro de un país letrina, donde la vida vale nada y la muerte vale menos, ese que reedita a diario los peores escenarios de corrupción, violencia y muerte, con pobreza absoluta de mayorías, al lado de riqueza total de minorías, dejando en medio una masa amorfa de indiferentes que trabajan de sol a sol para vivir en un país en el que el mañana es incierto.
Se posesionó nuevamente Santos, elegido por votos que no fueron por él, fueron contra Uribe, mensaje que no han querido entender ninguno de los dos, para decirnos que llegó la hora de la reconciliación y de la paz.
Pero paz y reconciliación construidas sobre el olvido, son solamente actuaciones muy vistosas pero poco reales, porque no podremos tener una Nación digna, si los violentos de todas las corrientes continúan vendiendo violencia; si los indiferentes de siempre, continúan en la indiferencia; si los negociantes del terror y de la muerte, siguen haciendo su agosto con esta guerra insensata y sin fin que libramos desde que este continente fue pisado por los conquistadores, maltratado por su virrey, esquilmado por los emisarios de una España, que al conquistarnos nos condeno al ostracismo y a la violencia, como sucede en casi todos los territorios que ellos conquistaron, no por casualidad, todos pertenecientes al tercer mundo, el de la pobreza, la desigualdad, la violencia y la injusticia.
Solo podremos construir una patria digna cuando levantemos los cimientos de una sociedad justa, en la que todos tengan las mismas oportunidades, y gocen de los mismos derechos, acabemos con la desigualdad, y luchemos frontalmente contra la pobreza extrema de la mayoría de los colombianos, que teniendo voz no hablan, porque los que tienen oídos no los escuchan.
Esperemos que tanta mermelada endulce nuestras vidas, pero que no sirva para que sigamos resbalando, viendo discriminación, injusticia y violencia. Colombia y los colombianos merecemos una suerte mejor. Lo demás sería pasar al periodo de la Patria Loca, de la que se alimentan los políticos insensatos que nos manejan.
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