Cuanto más siniestros son los deseos de un político, más pomposa, en general, se vuelve la nobleza de su lenguaje.
Aldous Huxley
Se avecina una nueva jornada electoral. En esta, los candidatos son conocidos por todos, de muy mala reputación la mayoría por cierto. Reputación que esconden detrás de las bambalinas que sirven a los candidatos y a los políticos para hacer el festín del poder. Un espectáculo circense con malos payasos, el peor de todos Uribe, excelentes equilibristas, Peñalosa, mejores trapecistas, Martha Lucía Ramírez y fieras disfrazadas de ovejas, Óscar Iván Zuluaga, previamente puestas para seguir el programa del domador.
No hay nada nuevo. Todos los candidatos son representantes de viejas guaridas políticas, llamadas con eufemismo partidos políticos, desde donde han vuelto trizas la Nación, han dejado vuelto añicos este país sin dolientes, lleno de aprovechados. Una policlase dominada por delincuentes de cuello blanco, que se hacen al dinero público, como si les fuera propio, con toda la desvergüenza y la cínica deshonestidad que los caracteriza.
Nos preparan un festín de bufones. Uribe lo ha demostrado con su falta de respeto a las instituciones, cuando dice que se deben declarar impedidos los de la Fiscalía, impedimento que él no puede pedir, porque no es parte en el proceso, chivo maloliente, que con sus mañas nauseabundas terminó de convertir lo que ya era una profesión pestilente en un retrete lleno de podredumbre.
Pero en ese festín degradado y sucio, en el que gastarán miles de millones sacados de dineros de los contribuyentes, para escoger entre todos esos, el que represente mejor los intereses de unos grupos de poder que se enquistaron en Colombia, como si fueran los dueños del país, con millones de colombianos como convidados de piedra al espectáculo de una política que en cualquiera de las formas prometidas, solo permite el enriquecimiento de unos pocos a expensas del empobrecimiento de millones. Así funciona este sistema presidencialista, en el que la democracia es una baratija con la que todos juegan, de la que todos hablan, pero en la que ninguno cree y todos irrespetan.
Ya lo había dicho Gabo en La mala hora: ""Yo sí creo que Dios existe -dijo el presidente-, pero que no tiene nada que ver con los seres humanos. Anda en cosas mucho más grandes". Por eso estamos desprotegidos de ellos. Por eso hacen lo que les viene en gana. Por eso acaban con nuestro país sin que nosotros, tan poco dados a la resistencia, a la protesta civilizada pero efectiva, nos opongamos de manera firme a que siga en sus manos, lo acaben sin piedad, lo destruyan sin misericordia, convirtiendo nuestras llanuras en desérticos lugares y nuestras montañas en socavones para mineros extranjeros. Nos tragamos todo el polvo de sus máquinas de destrucción masiva, nosotros ponemos los muertos, pero peor, nosotros ponemos la plata y la fiesta es para ellos.
La política en Colombia es una vergüenza. Luis Alfonso Hoyos, el "guía espiritual" de la campaña de Uribe, perdió la investidura, por sus mañas grotescas, disimuladas en aparentes acciones lícitas, en un país en el que pocos la pierden. Ahora sale a la palestra porque uno de sus feligreses, un hacker, tenía información a la que se hizo ilegalmente, para poner el país en ascuas. Hay muchos que quedan con la idea de que ese hombre manchado, es representante de la pulcritud, porque esconde sus sórdidos intereses detrás de amanerados modales y buenas maneras. Basura política de Caldas para Colombia, compartida con otros políticos caldenses peores o iguales a él.
Uribe se comporta como Barrabás, el gamín sociópata con rasgos psicópatas, obsesivo compulsivo, para poder con su lengua rápida y afilada, poner en tela de juicio a todo el que se le atraviese, sin que hasta ahora en sus múltiples incursiones de rufián desafiante y acusetas, haya podido probar nada de lo que afirma. Es el estilo de un truhán de esquina que tiene hastiado este país, aunque tenga una manada de seguidores que lo siguen, como siguen con idiotez a la Piraquive, la dirigente cofundadora líder de la Iglesia de Dios Ministerial de Jesucristo Internacional, solo porque atragantado de un poder que no logra calmar su dependencia obsesiva a la valeriana, ni su curso incompleto de yoga, que practica para hacer lo contrario de lo que esa disciplina daría a una persona con un cerebro con función normal.
Para completar está Pilatos, el que llama mermelada a su desaforada carrera loca por gastarse el presupuesto, en el propósito de ser reelegido, con la amanerada e hipócrita explicación de que eso es repartir bien los dineros públicos. Pero aunque Santos no sea el mejor de los colombianos, está lejos de ser lo que su antecesor Uribe, su primo Pachito con su deficiencia mental, su camarada fabulista José Obdulio, o su perverso exministro Londoño, el hombre de Invercolsa, que quiere dar cátedras de moral, porque carece de autocrítica.
El circo lo completan los títeres. Zuluaga que actúa como un muñeco para ventrílocuo, que piensa como su amo, intenta hablar como su amo, arremeda a su amo y habla de promesas que por supuesto no va a cumplir. Está la mutante Ramírez del conservatismo, la admiradora de Santoyo, que hoy es conservadora y mañana será de Uribe, como ha sido de todos los movimientos a los que se ha unido, para poder tener su propio dispensador de mermelada.
En fin, un país con una policlase tan corrupta como la que tiene Colombia no es viable, es un hervidero en el que se cocina a diario la más grande desigualdad, la mayor brecha entre los pocos que lo tienen todo y los millones que no tienen nada. Un país así, tarde o temprano explotará como una olla pitadora. Ese día veremos llover mierda al zarzo. Mierda de político por supuesto.
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