Electron platyrhynchum pyrrholaemum. Ayer vine a conocer ese nombre que no tiene nada que ver con electrones. Se trata de un pájaro muy bonito y parecido al barranquillo, ave emblema de nuestra ciudad. Su nombre común es momoto picoancho y uno de sus hábitats está en el Meta, en la Serranía de La Macarena.
Son 629.280 hectáreas con cuatro ecosistemas, con el 27% de las avifauna del país, con mamíferos como los monos aulladores, los capuchinos, el jaguar, la nutria gigante, los chigüiros, entre otros. Ríos doquier, entre ellos el famoso y colorido Caño Cristales - "el más bonito del mundo", según los que lo han visto-.
También es hogar de las Farc y por años fue zona de duros enfrentamientos entre la guerrilla y el Ejército. Y es zona cocalera. En el 2014, las autoridades ambientales señalaron que los frentes 7, 27 y 40 de las Farc arrasaron con 209 hectáreas de selva para sembrar coca. "El daño ecológico es enorme", dijo en su momento el general Carlos Rojas, comandante de la Fuerza de Despliegue Rápido del Ejército, encargada de la erradicación manual de la planta y de acabar con las cocinas donde procesan la hoja para volverla pasta de coca.
Por su parte, la directora de Cormacarena, Beltsy Barrera, señaló en ese entonces que eran cerca de 1.101 las hectáreas sembradas con cultivos de coca. Desyerbar ese territorio, con minas antipersona y subversivos al acecho, es tarea complicada, sino imposible. Por eso el Gobierno recurrió -una vez más- a la fumigación aérea con herbicidas.
Investigadores como Pedro Eslava, denunciaron que la cantidad de glifosato usado para acabar con los cultivos ilícitos tenía una concentración 330% mayor a la que se usa para fumigar un cultivo normal. El químico no solo acababa con la mata de coca, también arrasaba con selvas y todo tipo de animales, incluido el momoto picoancho. El remedio salió peor que la enfermedad.
Y, para colmo de males, los cultivos ilícitos en el país pasaron de 112.000 a 159.000 hectáreas en el 2015, según la Oficina Nacional para el Control de las Drogas de la Casa Blanca.
Ahora, la paz que por ahora se vive en La Macarena, gracias a las negociaciones entre Gobierno y guerrilla en La Habana, trae una nueva amenaza para la ecología: las petroleras. La empresa estadounidense Hupecol Operating CO. LLC., con permiso de la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (ANLA), obtuvo un permiso para explorar poco más de 30.000 hectáreas. Serían, según un informe de BBC Mundo, unos 150 pozos petroleros cerca a la zona de Caño Cristales.
El director de la ANLA, Fernando Iregui, ha dicho que el riesgo para este afluente es cero. Y Ángela María Rodríguez, gerente integral de sostenibilidad de Hupecol, asegura que la zona donde trabajarían ya está deforestada por la ganadería y la agricultura (y el narcotráfico y el glifosato). Aseguran que el pozo más cercano estaría a unos 2.5 kilómetros del río cuyas algas dan color a las aguas de cinco tonos diferentes.
2,5 kilómetros podrán parecer mucho, sin embargo en el Parque Nacional Natural Yosemite, en California (EE.UU.), protestaron porque a 10 millas del lugar (unos 16 kilómetros) había unas empresas interesadas en explorar minas de oro. El caso falló a favor de la comunidad que rechazó la minería y prefirió la ecología. En Colombia, donde la corrupción hace carrera, seguramente una tajada del millón de dólares que costó el estudio de impacto ambiental de la petrolera cayó en los bolsillos de algún permisivo funcionario de ANLA.
Quienes han trabajado con petroleras me cuentan que el crudo, por poco que pueda salir de la perforación, mancha y contamina todo. Basta recordar cómo el año pasado un ataque a la infraestructura petrolera contaminó al río Mira en el Cauca. La mancha negra fue de 80 kilómetros y alcanzó el Océano Pacífico a pesar de los 7 mil metros de barreras que Ecopetrol dispuso para que esto no sucediera.
El Gobierno no puede feriar nuestros recursos naturales. Además, la respuesta que dio el ministro de Medio Ambiente, Gabriel Vallejo, al explicar por qué el Gobierno echó para atrás -de manera temporal- la resolución que permite la exploración en La Macarena es ridícula. Dijo que escucharon "los reclamos de la comunidad". No lo han hecho antes en otros temas como la salud, los salarios o el agro, no lo harán ahora por un río y unos pajaritos (lo siento Electron platyrhynchum pyrrholaemum).
Vallejo, una vez más, demostró un desconocimiento total de cómo funciona esa cartera y de la importancia y riqueza natural del país. De no ser por "la comunidad", pronto el río de los cinco colores podrá ser un río negro.
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Es innegable que Édgar Perea fue un narrador deportivo excepcional. Pero al ver los homenajes y los honores que le rindieron al personaje por su muerte, se evidencia que lo folclórico está por encima de la autocrítica.
Olvidamos que fomentó la violencia en los estadios cuando desde el micrófono le pedía a los hinchas del Junior hacer "el corito celestial". O que fue un personaje mañoso y ventajoso para favorecer a sus amigos políticos con cuñas disfrazadas de narración (por eso lo sancionaron). Que como senador fue más escandaloso que líder, y siempre buscó aliarse con quien más lo favoreciera, así traicionara los principios de quienes lo apoyaban.
Perea, carismático y emocionante, sí; pero también una persona que refleja los vacíos de valores que tenemos en Colombia.
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