En lo que va corrido del año, según un dato de la oficina de prensa de la Policía de Caldas, en el Departamento se ha incautado una tonelada y media de marihuana en diferentes operativos. Desde grandes cargamentos transportados y encaletados en camiones que pasan por las vías caldenses rumbo a otras ciudades, hasta el consumidor que portaba más gramos de lo permitido por la ley. Los uniformados hacen su tarea con juicio, siguiendo órdenes, y la cifra de detenidos por este delito está entre los 800 y 850. Casos que congestionan el ya saturado sistema judicial y atiborran las cárceles a las que ya no les cabe un arroz parado. Es el caso de La Blanca de Manizales, que tiene una capacidad para 739 internos y que para febrero de este año tenía mil 250 hombres recluidos. Así lo señaló en su momento el personero Juan Carlos Pérez Vásquez.
Solo con estos datos vale la pena replantearse la propuesta que muchos llevamos pidiendo desde hace años: la legalización de la marihuana y, después, de las demás drogas. Como lo dijo el exministro Rafael Pardo el pasado jueves durante el foro Política de drogas tras 25 años de la muerte de Luis Carlos Galán: "(en la lucha contra las drogas) no he visto éxito sino del narcotráfico (...) las conferencias, las noticias, todo continúa siendo drogas".
Además, como lo expresa el director del Centro de Estudios sobre Seguridad y Drogas, Daniel Mejía, una cosa son los problemas de drogas y otra es el narcotráfico. Ya es hora de que las autoridades y el Estado enfoquen sus esfuerzos en campañas de salud pública o de atacar las redes de las mafias que se han infiltrado en el poder. Que dejen de criminalizar a marihuaneros y jíbaros, que en últimas son los más golpeados por esta lucha ordenada por la DEA. Los grandes capos, o mueren en su ley o negocian con Estados Unidos y terminan quedándose con gran parte de sus fortunas tras pagar penas ridículas. Pero el primer paso se tiene que dar con la marihuana. Sea para uso medicinal, como ya lo han hecho algunas ciudades de los Estados Unidos tras someter la decisión a voto de la comunidad, o para uso recreativo como sucede desde hace años en Amsterdam (Holanda).
No voy a entrar a discutir los beneficios de esta planta para tratar enfermedades como el glaucoma o la artritis. Tampoco la excusa de que un porro es menos nocivo que el tabaco o el alcohol. De eso ya se ha hablado hasta el cansancio. Aquí hay que aprovechar que en otros países la satanización a esta yerba está cambiando, para ajustar nuestra política antidrogas, impuesta -repito- por la DEA y multinacionales como Monsanto, productora del glifosato. El presidente Juan Manuel Santos se mostró de acuerdo con la legalización de la marihuana para usos terapéuticos. Es más, en el foro anteriormente mencionado se refirió al proyecto de ley que radicó en el Congreso el senador Juan Manuel Galán, que autorizaría al Gobierno para cultivar, cosechar y usar el cannabis "con fines de investigación científica o para la elaboración de productos terapéuticos o medicinales". Algo parecido a lo que está implementando Uruguay desde comienzos de este año.
Ahí no entra lo moral. Aquí entra lo práctico. Lo necesario para comenzar a acabar con esta guerra contra el narcotráfico. Obvio que habrá que hacer ajustes. No es tan sencillo como parece. Pero no hay que caer en la excusa de que esa será la puerta para la debacle de las futuras generaciones de colombianos. Creo que nos debemos un poquito de crédito. Y tampoco es como lo dice el senador Milton Rodríguez, que se opone al proyecto. "Aunque es bien intencionado, es abrir las compuertas para que se camufle el microtráfico, so pretexto del tema medicinal".
Es un pretexto tonto. Se le olvida al senador de la Unidad Nacional que existe en Colombia microtráfico de medicinas por los elevados precios de estas en el país. Y de celulares. Y de arroz. Y de alcohol y de gasolina de contrabando. Todas sustancias y cosas legales. Aquí siempre habrá alguien que quiera buscar el "torcido". Por favor, ¡si hasta Cartel del Pañal tenemos!
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Con sorpresa leo en la entrevista que LA PATRIA le hizo al representante a la Cámara por Caldas Mario Castaño, que está tramitando una ley que se llama Víctor Renán Barco. ¿Cómo es posible que quieran ponerle a una ley el nombre de este personaje, que se salvó de ser procesado por parapolítica porque se murió antes de que le echaran mano?
O la memoria de estos representantes es muy corta, o tienen vínculos ocultos por ahí.
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