Las elecciones presidenciales de mañana están tan sucias que uno no sabe por dónde agarrarlas. Ni siquiera la mal usada frase "hay que votar por el menos peor de los males" cabe en este caso, porque los dos candidatos con más opciones de llegar al cargo y sus campañas se han encargado de demostrar que son rastreros, desleales, virulentos, vengativos... son unas porquerías.
La última semana la guerra sucia alcanzó un nuevo punto bajo cuando la revista Semana dio a conocer el video en el que se ve al candidato del Centro Democrático, Óscar Iván Zuluaga, reunido con el hacker Andrés Sepúlveda, y acompañados por el líder espiritual de la campaña, el también caldense Luis Alfonso Hoyos, y en el que comparten información confidencial sobre el proceso de paz en La Habana. También hablan de que tienen infiltrada la campaña del presidente candidato Juan Manuel Santos, y que hasta los aviones Awak que vigilan a la guerrilla en la selva también están chuzados. Un acto de espionaje que es señalado de traición a la patria.
Zuluaga lo sabe, pero no lo acepta. Y más que un líder espiritual, su campaña necesita es un exorcista.
La campaña de Santos, sin embargo, tampoco sale bien librada de este hecho. Deja mucho qué pensar que ese macabro Watergate oportunista se filtre justo cuando las encuestas muestran que el presidente no repunta y Zuluaga lo alcanza y sobrepasa. Si el video fuera de, digamos, Enrique Peñalosa (candidato del Partido Verde), ¿lo hubieran hecho público y con tanto escándalo? Lo dudo, estando Peñalosa muy lejos en la opción de voto y siendo un aliado potencial del partido de la U en la segunda vuelta.
A ninguno de los dos se les puede creer. Ni a Zuluaga que insiste que el video es un montaje (a pesar de que la Fiscalía ya demostró que no ha sido alterado), ni a Santos que sale a decir que ignoraba todo lo oscuro que rodea al expresidente Álvaro Uribe, hombre que orquesta toda la campaña de Óscar Iván. O sea que cuando él fue ministro de Defensa uribista no se enteró de nada de eso. Tampoco cuando fue su candidato hace cuatro años. Ignoraba las alertas y las denuncias de los medios de comunicación, de las ONG, de los partidos de la oposición.
Ahora dice, como en una epifanía que le llega en medio del debate del jueves, que él vino a traicionar al uribismo cuando se enteró del "amiguismo con el paramilitarismo, las chuzadas y la corrupción". ¡No jodás!
La decepción entre los electores llega al punto que ya muchos dicen que "no hay que votar por, sino en contra de". Entonces empieza el baile. Pregúntese: ¿Votaría por Zuluaga por simple regionalismo, a pesar de que se le viene una investigación en la Fiscalía, que lo señalan de traición a la patria y que tiene a Álvaro Uribe encima como un sirirí diciéndole qué hacer y qué decir? ¿Votaría por Santos que en cuatro años se ha dedicado a mejorar la imagen del país en el exterior, pero adentro se le descuaderna el agro, la salud, la educación y las mismas fuerzas armadas dudan de su liderazgo? ¿Votaría por Marta Lucía Ramírez que por el solo hecho de tener al polémico Ómar Yepes haciéndole publicidad ya da pena ajena? ¿Votaría por Enrique Peñalosa cuya campaña se enfocó en promocionarse en las tres principales ciudades del país y olvidó por completo regiones como el Eje Cafetero, el Tolima o los Llanos Orientales? ¿Votaría por Clara López que, como persona es muy capaz y brillante, sin embargo viene de una colectividad (el Polo Democrático) que no demuestra coherencia, y que la única vez que se organizó fue a través de los hermanos Moreno para robarse a Bogotá?
Y en medio de todo está Uribe, azuzando y acusando. Con su discurso enredador no responde a las preguntas, embolata al público y, de manera increíble, parece salir limpio, a pesar de que todo lo ha manoseado. Parafraseando el chiste que rueda por las redes sociales: ¿votaría por el candidato de Uribe, por el excandidato de Uribe, la exministra de Uribe, el alcalde de Uribe o la exnovia de Uribe?
Si lo ocurrido en las últimas dos semanas de campaña presidencial no lo tiene avergonzado, prepárese porque se viene lo peor. En la segunda vuelta -si la hay- vendrán las alianzas, la compra de conciencias y el cobro de favores. La mermelada. Más chuzadas. Más grabaciones. Más denuncias. Más investigaciones. Más titulares escandalosos. Solo falta que se esculquen la vida íntima. Y uno de ellos será presidente.
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