Existe en la internet un portal que se llama lafiscalia.com dedicado a chismes de farándula. Allí, algunos comentaristas hablan de por qué ver o no un programa de televisión, de las fotos íntimas de alguna presentadora, de qué actor no ha salido del closet, la reciente pelea entre dos fulanas... Chismes variopintos de nuestra farándula nacional, con el más cuestionado rigor a la hora de publicar algo.
Serían triviales estos temas, de no ser porque la Fiscalía General de la Nación, en cabeza de Eduardo Montealegre, está usando los mismos métodos de este portal frívolo para manejar sus procesos, sus comunicados y sus contratos. En un momento en el que se cuestiona el proceder del fiscal y su posible abuso de autoridad, está usando esta institución del Estado para "filtrar" chismes y crear cortinas de humo. Falta a la "Buena fe, igualdad, moralidad, celeridad, economía, imparcialidad, eficacia, eficiencia, participación, publicidad, responsabilidad, y transparencia", que anuncian en sus principios y valores.
La vida privada de la actriz Carolina Sabino fue usada y manoseada la semana pasada por esta entidad pública, que asegura respetar "la dignidad humana" y "los derechos de los ciudadanos". Ventilar que se practicó un aborto, luego de interceptar una llamada privada entre Sabino y su hermana (que era la chuzada por ser esposa del hacker Andrés Sepúlveda), es una bajeza. Y, además, tienen el descaro de querer abrirle una investigación por aborto ilegal, proceso del cual Montealegre se retractó. Pero el daño a la imagen de la famosa ya estaba hecho.
La Fiscalía, al igual que la Procuraduría (y su jefe, Alejandro Ordóñez) no deberían inmiscuirse en lo que cada quien se mete o deja de meterse entre las piernas. O cualquier otro orificio. Pero lo hacen, y se basan en posiciones personales, mas no legales, para juzgar a los libertinos, a las parejas del mismo sexo, a los drogadictos, y hasta a los escolares que se abrazan.
El chisme vende y, en ocasiones, nubla la objetividad. En el caso de la politóloga Natalia Springer, por ejemplo, hay más personas indignadas por su arribismo que por sus contratos con el Estado. Les choca más que haya adoptado un nombre extranjero -Natalia Springer von Schwarzenberg- y no quedarse con el criollísimo Natalia Marlene Lizarazo Tocarruncho, que el haber usado su empresa familiar para ofrecer servicios de análisis a la Fiscalía. Unos trabajos que, al parecer, no fueron del todo satisfactorios, y por los cuales le habrían pagado millones de pesos salidos del erario.
Natalia tiene el mismo derecho de Marbelle, Marcelo Cezán, Maluma o Claudia de Colombia a usar el nombre que quiera. Todos somos arribistas, no nos digamos mentiras. ¿Acaso no confiaríamos más si la Fiscalía nos dice que para unas investigaciones contrataron a la firma Springer Von Schwarzenberg Consulting Services, que a la Famiempresa Lizarazo Tocarruncho?
La Fiscalía y la Procuraduría se están mediatizando. Sus cabezas están usando a los medios de comunicación para proyectarse políticamente y tapar sus pecados. Pero al paso que van no llegarán ni a las alcaldías de sus ciudades de origen. Si acaso, y por el modo en que se insultan, están haciendo campaña para montar un programa de chismes tipo La Red. Al menos el procurador Ordóñez ya tiene el mismo tono pontificador y amanerado de Frank Solano. Y con el reciente escándalo de la Sabino, el fiscal Montealegre puede irse a trabajar con la Negra Candela, experta en meterse en la vida sexual de las famosas.
¿Será que quieren ocupar el puesto del chismoso Ronald Mayorga que se lanzó a la alcaldía de Yumbo (Valle) y está entre los tres favoritos?
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