El exministro de Agricultura Andrés Felipe Arias no es santo de mi devoción. Es más, me parece un tipo detestable por sus ganas de querer parecerse al expresidente Álvaro Uribe Vélez (tipo altanero y maluco) en su tonito paternalista y de habladito paisa arrastrado, cuando él -Arias- es un antioqueño tan pinchado que parece manizaleño. La prueba está en que quiso en su momento prohibir la venta de quesos y demás productos lácteos de tipo artesanal que porque la leche debía ser pasteurizada. O sea, entregarle el negocio a las grandes lecheras y quitarle un ingreso extra a las familias campesinas.
Arias tiene ese complejo napoleónico que busca compensar su baja estatura con un carácter desafiante. No más hay que ver la foto que fue portada de El Espectador (08/12/2009) en la que sale él y su amigo, el entonces ministro de Agricultura Andrés Fernández, con unas sonrisas socarronas tras el debate que les hicieron en el Congreso por el escándalo de Agro Ingreso Seguro (AIS). Es un pillo, un pícaro, una "versión mejorada" de Uribe (dicho por el mismo expresidente). Sin embargo, encuentro exagerada la posible pena que le impondrá la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia.
A ‘Uribito’ lo encontraron culpable de los delitos de celebración de contratos sin cumplimiento de requisitos legales y peculado por apropiación en favor de terceros. En otras palabras: usó el programa AIS, que buscaba beneficiar a los campesinos con tierras, sistemas de riegos y beneficios para insumo agrícolas, para ayudar a sus amigos terratenientes. Los mismos que después le financiaron su fallida candidatura a la presidencia de la República hace cuatro años. Es un bandido, sí, ¿pero como para darle entre ocho y 33 años de prisión?
Aunque sus acciones deben ser castigadas (denle muerte política, por ejemplo, y ya pasó unos tres años en la cárcel), me parece exagerado que puedan darle hasta tres décadas por lo que hizo. Sobre todo si se compara con la pena que purgó el narcoparamilitar Ramón Isaza. Este personaje que delinquió entre 1977 y el 2006 y aceptó su responsabilidad en 289 homicidios (¡!), quedará libre este año tras ocho años de prisión.
Da miedo la justicia colombiana. Es más arbitraria que la FIFA al castigar por cuatro meses a Luis Suárez por morder a un rival en el hombro (acción malaleche pero que no incapacitó al futbolista italiano), pero no sancionará al francés Blaise Matuidi que en una entrada malintencionada le rompió la tibia y el peroné al nigeriano Ogenyi Onazi dejándolo por fuera de las canchas unos seis meses.
No existe un rasero. Luis Augusto Mora, el infame ladrón de chocolatinas, pasará once meses y 15 días de prisión por robarse $29.000 en dulces. Por otro lado, 26 congresistas fueron reelegidos este año a sus curules, a pesar de estar investigados por la Corte Suprema de Justicia por sus supuestos nexos con paracos, narcotraficantes o reconocidos hampones. En el primer caso, la ley exige rigor por ser un delincuente reincidente (robos menores, pero reincidente al fin y al cabo); en el segundo, la ley es interpretada de modo que no exista inhabilidad para estos "honorables" personajes.
O el concejal de Chía Carlos Enrique Martínez, al que pillaron conduciendo borracho, atropelló a una patrullera de la Policía, condujo de manera temeraria su camioneta por las calles de Bogotá, se metió en contravía, los uniformados que lo siguieron le tuvieron que disparar a las llantas, se metió sin permiso a una guarnición militar y, a pesar de que todo quedó registrado en video, tuvo el descaro de decir que él no manejaba. Que intentaron matarlo. Que a su amigo le habían metido un tiro (cuando en realidad estaba borracho). Este tipo, que ya tenía antecedentes, no pasó ni un día en prisión.
Esta justicia elástica castiga al ladronzuelo, condena al drogadicto, aplaude al capo y abraza al asesino. Es severa con la carranga resucitada como David Murcia Guzmán y su pirámide DMG, pero laxa con los pillos estrato seis de Interbolsa. O ¿cómo explicar que personajes como Laura Moreno, la universitaria de clase alta y padres influyentes investigada por la muerte del joven Luis Andrés Colmenares, pueda irse a Brasil a ver el Mundial? ¿O que el mismo Andrés Felipe Arias pueda irse de Colombia tras vender sus bienes, a pesar de que estaba siendo investigado por la Corte Suprema de Justicia?
El perfecto ejemplo de que en este país no son consecuentes con las normas y carece de sentido común, me ocurrió la semana pasada. Por motivo del partido de Colombia contra Uruguay, en un supermercado de la ciudad (no sé si así fue en todos) prohibieron la venta de bebidas alcohólicas en botellas de vidrio. Después de insistir un rato, logramos que nos vendieran la ginebra reenvasada en una botella plástica. Pero un gin tonic necesita de agua tónica, bebidas a la que no le vieron peros en venderlas ¡en sus botellas de vidrio!
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