No sé cómo pretenden que Colombia mejore sus niveles académicos, si todo lo que rodea a la educación está organizado para que esta no prospere. Desde su nacimiento, un niño está condenado a padecer un sistema en el que lo único que parece desarrollarse bien es la corrupción.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que para que un bebé tenga un buen desarrollo físico y cognitivo su mamá debería alimentarlo exclusivamente con leche materna hasta los seis meses, y después mezclarle otros alimentos pero continuar con esta leche hasta los dos años.
Un documento del Ministerio de Salud, siguiendo los parámetros de la OMS, señala que las colombianas no amamantan a sus hijos por más de dos meses. Dato que dista mucho de lo recomendado por los expertos.
Además, la OMS recomienda que la licencia de maternidad sea de mínimo 24 semanas, para garantizarle la alimentación con leche materna al infante y se fortalezcan los vínculos entre madre e hijo. Lo ideal serían las 98 semanas que dan en Suecia.
En nuestra tierrita solo damos 14 semanas, y la semana pasada, cuando en la Cámara de Representantes se presentó un proyecto de ley para que las semanas fueran entre 18 y 24, se armó el problema.
Primaron los intereses de los empresarios, que alegan que no van a darle más tiempo a las mujeres que deberían estar produciendo en vez de reproduciendo. Que la media hora que les dan en la mañana y la otra media en la tarde para que salgan a sus casas para amamantar a sus críos es más que suficiente.
Entonces, de entrada y con estas medidas, ya estamos quedados en desarrollo de la primera infancia. Interesa más la industria que la familia. Y si los niños tienen la mala fortuna de caer en alguno de esos hogares o escuelas donde es más importante el negocio que la alimentación, están condenados al subdesarrollo nutricional.
Esta semana nos mostraron en las noticias cómo los niños de una escuela en la Guajira comen en el piso, que los alimentos los preparan en los mismos recipientes con los que limpian los baños, y que los cubiertos son un paraíso para la e-colli.
O el vergonzoso caso de la señora Leda Guerrero Ortega que está haciendo negocio con el hambre de los niños de Sucre, Bolívar y Córdoba. Según denunció la revista Semana (http://bit.ly/1Lkm164), esta mujer se roba 901 pesos del desayuno de cada niño. Firmó un contrato para suplir la nutrición de cada niño y cada desayuno se lo pagan a 971 pesos. Ella, sin embargo, despacha a los escolares con una alimentación de 70 pesos: media galleta de soda y medio vasito de peto de maíz.
Los estudiantes, según se puede evidenciar del caso de los jóvenes intoxicados con drogas y otras sustancias en un colegio de Bogotá, acceden más fácilmente al vicio que a una buena nutrición.
Estando la cosa así, será imposible que nuestro niños se desarrollen bien y tengan organismos con disposición a aprender y a retener y analizar información. Por más que la ministra de Educación Gina Parody se enfurrusque, o el presidente Juan Manuel Santos prometa más inversión en programas académicos e infraestructura: la letra con hambre no entra.
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