Uno de mis programas favoritos en la televisión por cable es Catástrofes aéreas, en el que presentan accidentes ocurridos a aeronaves de todo tipo y pertenecientes a aerolíneas de los cinco continentes. El inicio del programa es una representación de cómo supuestamente se desarrolló el vuelo hasta el momento del siniestro y después viene lo más interesante, cuando investigan para encontrar las causas que ocasionaron la tragedia. Especialistas del mundo entero son consultados e invitados a conformar esos equipos de investigación.
Sin duda la tecnología ayuda al éxito de estas pesquisas, pero mientras no se tengan pruebas definitivas nunca debe suponerse cuál fue la causa del accidente. Son tantas las posibilidades, además de que ninguna puede desecharse por absurda que parezca, que hacen obligatoria la prudencia al momento de opinar al respecto. Sumas astronómicas y mucho tiempo se dedican para aclarar este tipo de tragedias.
Por eso me pareció irresponsable y atrevido que al otro día de ocurrida esa fatídica coincidencia, donde murieron miembros de la Fuerza Aérea primero y efectivos de la Policía después, salgan algunos personajes reconocidos a decir por los medios de comunicación cuáles fueron las causas del siniestro. La oposición es sana y necesaria en una democracia, pero no cuando utiliza cualquier argucia para ganar réditos políticos. Y el Gobierno debió limitarse a decir que esperaba el veredicto de los expertos.
Medicina Legal presentó su informe donde asegura que los cuerpos no fueron abaleados desde el exterior del helicóptero, lo que desvirtúa definitivamente las hipótesis que defendieron los incendiarios de turno. Ahora queda esperar que la investigación diga por qué ambos aparatos se vinieron a tierra, con las consecuencias conocidas, labor que puede demorarse porque son muchas las causas posibles. Pienso además que de haberse comprobado que fueron impactados desde tierra, cómo puede saberse el origen de los proyectiles en un país donde delinquen tantos grupos ilegales. Se me ocurriría inculpar en primer lugar al Clan Úsuga que era con el que se enfrentaban en ese preciso momento.
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Indignado quedé al enterarme de que en un debate en la Cámara de Representantes para tratar el tema de la salud, 149 congresistas se retiraron para dedicarse a sus asuntos. Después de cuadrar la agenda del ministro, de este preparar su intervención y documentarse para tal fin, solo un puñado se quedó hasta el final. Como si no fuera urgente buscarle salidas a una crisis desbordada, situación que se refleja en la pésima atención que reciben los colombianos al momento de solicitar una cita médica.
Oí de boca de un especialista que presta sus servicios a una IPS, la cual atiende pacientes de la Nueva EPS, que hace poco le rebajaron su contrato laboral de 20 horas semanales a 5 horas, por lo que el número de pacientes que atiende es muy bajo. Mientras tanto los usuarios deben tener la paciencia del santo Job para esperar a que contesten el teléfono donde dan las citas, con la seguridad además de que les van a decir que deben llamar después porque no han ‘abierto la agenda’.
Ese cuento de la agenda lo implementaron recientemente y de él se valen para darle caramelo al usuario, quien ve angustiado cómo le programan la cita con el especialista para dentro de tres o cuatro meses, y eso cuando logra conseguirla. Los males de la salud no dan espera, y menos algunos que requieren una intervención inmediata. El hecho cumbre de este despelote, es el del viejo de 82 años que no da paso porque necesita un trasplante de rodilla y le programaron la cirugía para el 2018 (entran risas).
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