Tengo que reconocer que al atardecer del pasado 2 de octubre, cuando los medios empezaron a informar sobre las cifras que arrojaba sobre el plebiscito, tuve una especie de escalofrío con los sentimientos encontrados por lo sorpresivos que resultaban los datos electorales.
Claro que nadie se esperaba una derrota de esta categoría para el gobierno, que aunque pequeña en cuanto a la diferencia en el número de votantes, reflejaron un sentimiento extraño en ambos bandos, lo que ha permitido que en estas últimas tres semanas se hayan destapado los políticos tratando de culpar no solamente a sus oponentes sino, y esto en forma aberrante, a sus mismos copartidarios. Las causas de estos resultados van a ser muy difíciles de analizar y pasarán muchos años antes que el poder político pueda en forma certera dar una verdadera explicación a ese fenómeno.
Los que, como yo, no estamos metidos de pies y cabeza en los asuntos políticos, lo único que podemos hacer es recoger lo que piensa el pueblo, que finalmente fue el vencedor al no dejarse llevar por los engaños ni por las ofertas y las amenazas que afloraron, sobre todo por los lados del gobierno, creando una revuelta interna que pasados estos hechos sigue ocupando las primeras páginas de los medios.
La mayoría de los votantes rasos nunca le tuvimos miedo a lo que nos decía irresponsablemente el presidente Santos, sobre la guerra que se nos vendría encima si ganaba el No, y la reacción a esa amenaza le fue tan dañina como cuando salió a decir que él "hacía lo que le daba la gana", esta frase llevó a que en la calle el común de la gente empezara a preguntarse si no teníamos a otro Maduro en ciernes.
Lo que pasó ya es historia, y ahora viene lo que va a ser más difícil, pues es sacar a bailar nada menos que a los Elenos, secuestradores por excelencia y astutos como las zorras. Ya comenzaron a mostrar con las carrileras lo que será la estación, al dejar con los crespos hechos al Gobierno ecuatoriano en la ceremonia de instalación de las mesas de negociación. Ni se presentaron a la reunión, ni soltaron al personaje que tienen secuestrado, lo que es una condición inapelable de Santos, ni dieron explicación alguna sobre su actitud grotesca, desde el primer momento en que debían sentarse a iniciar el diálogo. Y a pesar de esa falla tan visible, insisten en que están cumpliendo todo lo acordado con el gobierno.
Mientras tanto la situación del país empeora, no en el orden público, hay que reconocerlo, pero sí en lo económico que ha obligado a lanzar al ruedo una reforma tributaria en uno de las momentos más inoportunos por la crisis que sufren los menos favorecidos, quienes serán los que terminen pagando el pato.
Apenas está comenzado el segundo round en esta lucha por la paz, y si en el enfrentamiento con los farianos nos tocó ver de su parte muchos golpes sucios, cómo ira a ser con quienes carecen de una clara estructura de mando y surten su riqueza con el negocio del secuestro, en el cual son unos verdaderos maestros.
Este país es una maravilla como generador de noticias, y quién sabe qué nos deparará el mañana, porque sería un milagro que pasaran dos días sin un nuevo escándalo mediático. Por el momento armémonos de paciencia, porque este asunto va a ser largo, y el camino es tormentoso.
P.D.: El amor verdadero solo se presenta una vez en la vida... y luego ya no hay nadie que se lo quite de encima.
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