Colombia ha dividido su historia y su geografía con una línea material llamada el Río Grande de la Magdalena, que ha sido la arteria vital, que recorre desde el Macizo colombiano en el sur del país, hasta la desembocadura en Bocas de Ceniza por donde pasa acariciando los límites de Barranquilla.
Durante la época de la colonia hasta nuestros días, el río ha servido de meta para el desarrollo de más de la mitad del país, teniendo que soportar altos y bajos por los continuos cambios de una naturaleza, que a la vez que nos da satisfacciones y riqueza, por épocas se convierte en verdadero verdugo por las inundaciones incontrolables y por las mortales sequías que convierte sus orillas en gigantescos eriales.
He querido escribir esta columna como un recorderis a nuestras autoridades sobre la inmensa necesidad que tenemos los caldenses de cimentar la soberanía en lo que fue el motor de nuestra economía y el cual tenemos la obligación de recuperar como elemento vital de nuestro desarrollo.
Últimamente se ha despertado un gran reconocimiento hacia el río y parece que el Gobierno Nacional pretende formar un gran movimiento con inversiones apreciables para volver a convertirlo en el Camino Real Acuático por donde entraron desde los colonizadores españoles hasta toda la maquinaria importada de países más adelantados que recorrieron a lomo de indio las inhóspitas selvas de su cuenca. Su longitud de 1.500 kmts lo hizo por siglos la columna vertebral de nuestro desarrollo y desafortunadamente tuvo que padecer un largo y doloroso letargo antes de que solo ahora se hayan puesto de nuevo los ojos en lo que puede ser una de las más importantes riquezas hídricas de este continente.
Este nuevo sentimiento de aprovechamiento ha llevado a la elaboración de nuevos proyectos que, de llevarse a cabo, y así lo esperamos, servirán para recuperar al que fue el medio de comunicación y de transporte por excelencia.
Comenta el ingeniero Paulino Garrido, asesor de la Corporación Autónoma encargada de la recuperación del río, que las bases fundamentales de este país están en la existencia de un río de esta naturaleza.
Según Garrido, "La Corporación desarrolla actualmente el proyecto específico de la recuperación desde Barranquilla hasta Puerto Salgar-La Dorada a lo largo de cerca de un mil kilómetros -las 24 horas del día, los 365 días del año con embarcaciones con capacidad de movilizar hasta 7.200 toneladas en un solo viaje.
La zona comprendida entre los Santanderes y el Caribe, unida por el Magdalena como eje integrador se la denomina El Diamante del Caribe, llamado así por la tendencia mundial de formar procesos de integración entre centros urbanos, áreas metropolitanas y espacios rurales que configuran espacios diversos y competitivos que se convierten en motores económicos a nivel mundial y de la cual no podemos dejar por fuera nuestra zona de La Dorada.
Estamos pues en las puertas de un gigantesco desarrollo de una región que nos pertenece y sobre la cual lamentablemente se ha tendido un manto de olvido. Es hora de despertarnos y teniendo como importante herramienta el Comité interinstitucional para la integración regional del Magdalena Medio, constituido como mesa de trabajo por las cámaras de comercio de La Dorada y Honda, las secretarías económicas de ambos departamentos y la Dirección Nacional de Planeación, debemos entrar, por intermedio de la Gobernación de Caldas, pisando fuerte para que se integre toda nuestra rica zona fluvial al desarrollo, antes de que el Gobierno Nacional le siga dando más importancia a Cundinamarca, Antioquia y Boyacá que a quienes tenemos más riquezas bordeando el Río Grande de la Magdalena.
P.D.: Si verdaderamente comprendemos el problema, la solución saldrá de él, porque la respuesta nunca está separada del problema.
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