En los últimos dos meses se han presentado una serie de acontecimientos que en forma sorpresiva están por cambiar la historia de la humanidad, y en las que por esas razones de la sinrazón, nuestra patria se ha visto involucrada en forma notable.
El primer hecho fue la distinción con que se honró al presidente Santos por el comité encargado de escoger al premio de Nobel de la Paz. Nuestra sorpresa, a pesar de que no le quitamos los méritos, nos llevó a pensar que ni en ese momento ni hoy en día se le debería haber entregado, por la sencilla razón de que ensilló antes de traer las bestias en las conversaciones de paz, y todo indica que va a ser difícil el arreglo de lo que con tantos bombos se informó al mundo.
Francamente, y a pesar del boato que le dio la corte de Inglaterra al viaje del presidente, muchos llegamos a pensar que iba si no a renunciar a semejante distinción, al menos pediría que se aplazara su entrega hasta que se aclarara el panorama que se ha extendido sobre los diálogos de paz con los subversivos, especialmente con los profesionales en secuestro y mercadeo de coca como son los del Eln. Sin duda el mejor reflejo de la decisión del pueblo fue la votación del plebiscito, que aunque por un pequeño número de votos, en una democracia esa diferencia es definitiva.
De todas maneras, ojalá, y lo digo con sinceridad, pronto lleguemos a un final que nos deje un respiro de tranquilidad y poder sentir que les dejamos a los hijos y a los nietos un país en paz, muy diferente al que nos ha tocado vivir.
Volviendo al presidente, me pregunto cuál será su respuesta en el momento en que toda esta parafernalia de paseos en carrozas como las de la Cenicienta, o en carros Bentley exhibiendo en los pechos las múltiples condecoraciones como muchacho de bachillerato, se vaya al suelo y caiga el chaparrón de una gran frustración.
También fue sorpresiva la respuesta que dio el pueblo colombiano al plebiscito. Después de conocido el veredicto de las urnas y seguramente con gran tristeza, Santos en su periplo por Londres demostró que no solo es mal perdedor, sino que insultó a los que votamos por el No y a los que lo hicieron por el Sí, al incluir en un amargo discurso a la mayoría de los colombianos. Queda la inquietud sobre el final que tendrán las reuniones de La Habana, porque por lo que se ve son muchos los puntos en que los negociadores del gobierno han tenido que dar paso atrás.
Finalmente, la debacle del partido Demócrata en las elecciones de Estados Unidos evidenció otro error de Santos, quien había hecho pública su preferencia por Hillary. Que lo haga yo, un escribidor de columnas, no tiene trascendencia, pero que lo haga el presidente de un país que depende tanto del Imperio, y cuyo nuevo mandatario es un personaje duro de roer, puede traernos graves problemas.
Doctor Santos, no sé quién es su consejero de cabecera en estos delicados asuntos, pero le garantizo que haría muy bien si piensa en cambiar de colaborador y conseguir uno que sea mejor para eso de las adivinanzas.
P.D.: Cuando dos mujeres están de íntimas amigas, es un claro signo de que una tercera mujer ha perdido dos amigas.
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