Creo que es la primera vez que en Colombia nos vemos en esta clase de enredos politiqueros, sin saber hasta el momento cómo salir de los problemas en que por todos lados nos han metido tanto el Gobierno, con el presidente a la cabeza, como el poder Judicial que todos los días enreda más el ovillo, llegando al extremo de que el comentario general es que la justicia está más desprestigiada que el mismo Congreso, que históricamente encabezó ese ranking por estar ese cuerpo legislativo envuelto en los peores escándalos.
Uno de los desastres más resonantes que tenemos desde hace un par de años ha sido la elección del inefable individuo Gustavo Petro como alcalde de la capital de la República. No se nos pasaba por la mente que íbamos a caer en semejante abismo de ineptitud e improvisación, que iba a dejar a Bogotá en el desastroso estado que tiene a todo el mundo fuera de sus casillas, llegando al límite del desespero. Pero lo peor es que cuando se pensaba que gracias a la determinación valiente del procurador Ordóñez de destituirlo de sus funciones para evitar daños mayores, para sorpresa de todos se desplegó una oleada de leguleyadas acolitadas por las supremas Cortes y remachadas por uno de esos organismos internacionales de clara tendencia mamerta, en este caso el CIDH, quienes sin tener idea de los que nos está pasando, resolvieron, porque les dio la gana, borrar de un plumazo lo poquito que quedaba de nuestra maltrecha justicia, desautorizando lo que se supone es el pilar que sostiene a cualquier país que se las dé de democrático.
Y aquí es donde ha comenzado lo peor del rifirrafe. Nadie sabe a estas horas qué diablos está pasando, ni en qué va a terminar la sufrida alcaldía de Bogotá, que sin duda merece una mejor suerte.
Para completar el desastre, se ha metido en el embrollo sin mucho conocimiento de causa el mismo presidente Santos, quien tiene esto vuelto un merequetengue que le está causando un enorme daño a su intención de ser reelegido. Tengo la convicción de que ante los resultados de las recientes encuestas que reflejan unas cifras bastante desfavorables para su reelección, el gobierno está tomando unas determinaciones que reflejan un sentimiento de incertidumbre y temor, y nos dejan mal parados ante los ojos del mundo por la serie de vaivenes que indican que se está trastabillando en forma peligrosa, y que si no toma el timón una mano firme que sepa conducir el barco, de golpe nos damos un susto parecido al que están padeciendo nuestros vecinos bolivarianos.
Francamente, yo quisiera que alguno de los eminentes juristas que abundan en nuestra patria, fuera capaz de explicarnos qué es lo que está pasando, porque por ejemplo, al momento de escribir esta columna y con Petro otra vez de alcalde, ya se dice que habrá otras revocatorias, con las consiguientes restituciones, en una clara demostración de la inoperancia del sistema judicial.
A Petro lo recibieron con unas millonarias multas de la Superindustria, lo que le acaba de complicar su situación, y lógicamente será otra varilla que se le atraviesa para, en caso de que dure siquiera otro mes como alcalde, cosa que lo dudo, pues tendrá que dedicarlo no solo a salir al balcón de la plaza de Bolívar que tanto le gusta sino a rebuscarse cómo va a pagar semejantes multas, olvidándose de gobernar una ciudad que está convertida en un verdadero desastre. Y como si lo anterior fuera poco, ya se nos vinieron encima las elecciones presidenciales, lo que quiere decir que el próximo mes va a estar bastante movido.
Mejor dicho, se acabó la Semana Santa, pero siguió el viacrucis.
P.D.: Lo importante no es saber, sino tener el teléfono del que sabe.
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