Es notoria la gran preocupación y el marcado interés local y nacional que existe por la calidad de la educación. Empresarios, organizaciones civiles, academia, autoridades de gobierno, maestros y asociaciones de padres de familia disertan a diario sobre este palpitante tema.
Muchas y variadas son las causas que desde los diferentes estamentos se han encontrado como precursores de la calidad educativa: Perfil docente, problemática sicosocial de los estudiantes, pertinencia curricular, modelos pedagógicos, estatuto docente, financiación de la educación, tiempos de escolaridad, entre otras. Producto seguramente de estas reflexiones, o mejor aún de estudios tan acreditados académicamente como el de la Fundación Compartir "Tras la Excelencia Docente", se han generado todo tipo de propuestas y estrategias de intervención en las diferentes líneas mencionadas; en este caso me voy a referir únicamente al tema del perfil docente.
Convencido estoy de que este es sin duda uno de los aspectos estructurales de la calidad educativa; no en vano el estudio de McKinsey sobre las causas de éxito de los mejores diez países del mundo en materia educativa afirma de manera concluyente: La calidad de la escuela pasa meridianamente por la calidad de sus maestros..., "El nivel educativo de un país depende de la motivación, la formación y el aprendizaje permanente de sus maestros", "La calidad de un sistema educativo no puede ser mejor que la de sus profesores".
Es muy oportuno precisar cuáles son las variables que determinan el perfil docente: Formación pedagógica, formación disciplinar, carrera docente, política salarial y de incentivos, seguridad social, régimen prestacional, carga laboral y estrategias de cualificación. Si queremos realmente intervenir este aspecto del perfil docente, cosa que me parece urgente, debemos hacerlo en forma integral, ajustando todas la variables, y particularmente considero que la política educativa nacional se ha equivocado en tal sentido, oferta gran cantidad de programas de maestrías y doctorados auspiciados y cofinanciados por el gobierno, sin intervenir la formación inicial de los maestros desde las escuelas normales y facultades de educación.
Es precisamente la formación pedagógica la esencia de la vocación del maestro, es prioritario fortalecer las competencias pedagógicas antes que los saberes disciplinares. Los doctores no son urgentes en la escuela, la escuela urge de maestros. Bienvenida la viabilidad para que los docentes cursen programas de posgrados, pero prioricemos la formación pedagógica que posibilite el encuentro con la vocación de maestro.
Continuamos aplicando un sistema de vinculación docente que omite la formación pedagógica como requisito fundamental de acceso, la seguridad social de los maestros en Colombia está hipotecada a rentistas del capital, la política salarial de los maestros desconoce e ignora su condición profesional y, como si todo lo anterior fuese poco, las cargas laborales de los docentes se hacen cada día más pesadas, situación que repercute de manera importante en sus condiciones de salud y bienestar sicofísico.
Parece entonces que la estrategia reina para mejorar el perfil docente en Colombia es por medio del auspicio y el fomento a los estudios de posgrado. Creo sinceramente que el efecto que esta estrategia tiene sobre los aprendizajes, las competencias y por ende su impacto sobre la calidad de la educación es mínimo, y que mientras no modifiquemos sustancial e integralmente la carrera docente en todos las variables antes mencionadas, no lograremos ser el país más educado en 2025, aún si alcanzáramos a inundar las escuelas de Colombia de doctores y magísteres.
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