Es innegable que una buena parte de la problemática sicosocial del mundo de hoy se centra en la juventud; en las familias, todo parece estar en paz hasta cuando los niños se hacen jóvenes; en la escuela, la ternura y serenidad de los niños de la básica primaria es cambiada en la secundaria por jóvenes conflictivos y de difícil manejo; para las autoridades de gobierno encargadas de la seguridad, los dulces del "halloween" de los niños se convierten en ambientes tensos, en riñas y desórdenes callejeros en la tradicional fiesta de disfraces de jóvenes y adultos. Es como si las siguientes expresiones fuesen el resumen de muchos pensamientos y el estigma de una descripción como epitafio, para la juventud de hoy:
- "Los jóvenes de hoy aman el lujo, tienen manías y desprecian la autoridad. Responden a sus padres, cruzan las piernas y tiranizan a sus maestros"…
- "Los jóvenes, hoy en día, son unos tiranos. Contradicen a sus padres, devoran su comida y, les faltan al respeto a sus maestros"…
Si uno lee desprevenidamente los anteriores juicios, encuentra en su significado una total identidad con muchas personas; padres, tíos, profesores, vecinos y, hasta uno mismo, se siente bien representado; solo que a usted, amigo lector que se identifica con esta expresión debo darle una mala noticia: estos escritos fueron hechos por Sócrates, 450 años antes de Cristo; surge, entonces, una gran pregunta: ¿Se describe al joven de hace 450 años a.C., o al joven de hoy?... Simplemente, describimos al joven de siempre. Absolutamente en todas las generaciones el comportamiento de la juventud ha sido evaluado como inferior al de las anteriores; nunca ha superado las expectativas; es como si existiese una degeneración progresiva de la especie; esto que sucede en las familias, también, sucede en la escuela; los egresados de ayer fueron superiores a los de hoy, es más, entre más años retrocedamos, mejor era la condición humana de la juventud. Todo esto solo da cuenta de un análisis equivocado de esa realidad; los jóvenes de hoy son solo eso: los de hoy… Los de ayer, son igualmente eso: los de ayer. Ese hoy y ese ayer son los diferentes, son los mejores o peores, son los que nos dan condiciones de ventaja o desventaja, que realmente determinan el comportamiento humano.
Para ilustrar un poco lo dicho, permítanme dar un ejemplo: los hijos de hoy no son peores que los de ayer; los hijos de ayer vivían con papá, mamá y hermanos; eran acompañados, celosamente, en todas las instancias de su vida, en la escuela, en la misa, en la primera comunión, en su cumpleaños, en la Navidad, en fin, era una vida testimoniada por el amor, la compañía, la fraternidad; por supuesto, los comportamientos y las actitudes de ese hijo, tendrían que ser superlativos porque son la proyección de la bondad sembrada en su corazón… ¿Qué pasa ahora?, ¿Cómo viven los hijos de hoy?... Huérfanos de padres vivos, en medio de una tenebrosa soledad, sin quien los guíe y los acompañe por la senda de los buenos hábitos, es decir una vida marcada; por el abandono y el desamor; por lo mismo estos hijos expresan otra cosa, sus emociones, sus sentimientos, sus actitudes y hasta sus gustos y preferencias dan cuenta de sus carencias y son, en muchas ocasiones, un lamento desesperado de soledad; los hijos de ayer son tan buenos como los de hoy; las familias de ayer constituían para ellos amables cunas que se acuñaban con amor y se abrigaban con la fraternidad; una buena parte de las familias de hoy son escenarios de desesperanza a donde el hijo no quiere ir, sencillamente porque allí, hace demasiado frío, porque la soledad aturde su tristeza, por lo que prefiere el calor de la calle y la compañía del transeúnte…
Por fortuna aún existen familias que viven como muchas de ayer y sus hijos son tan buenos como los de ayer.
El gran papel de la escuela, la gran tarea del maestro es compensar, por lo menos en parte, las carencias de los jóvenes en los hogares; si ellos encuentran en la escuela, el afecto, la solidaridad, la compañía, la comprensión y algo de pan, a pesar de todo, todavía pueden tener alguna esperanza y soñar con un futuro digno y posible.
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