Transcurrida más de una década de incorporación de los nuevos maestros de Colombia en función de sus méritos, un proceso definido por el Decreto Ley 1278 de 2002, es bueno hacer un análisis de lo que ha sucedido con la educación y cuáles han sido los principales impactos de este relevo generacional que, dicho sea de paso, ya anda cercano al 50% y que seguramente con la nueva incorporación del concurso en trámite superará ligeramente la cifra de los docentes relevados amparados por el Decreto Ley 2277 de 1979.
No podemos olvidar que estos nuevos maestros son los herederos de la escuela pública de Colombia y constituyen la nueva generación que tiene como uno de sus principales propósitos misionales la transformación de las prácticas escolares. Son ellos quienes deben plasmar las pinceladas que con majestuosa policromía den una nueva semblanza a la escuela nacional y reemplacen la nuestra, muchas veces retratada en tonalidades oscuras. Debo advertir, igualmente, que cuando planteo este escenario no estoy degradando la tarea cumplida por mis colegas maestros del 2277 (yo también me cuento allí), sino porque, sencillamente, tenemos que asumir la inexorable realidad del tiempo y entender que hemos hecho la tarea de la mejor manera posible, pero que tanto por cambios de época como por época de cambios, otros artistas mezclarán sus colores, alistarán sus pinceles y plasmarán la pintura que responda ciertamente a las exigencias y demandas de los amantes del arte.
Es innegable que hay logros importantes y significativos, con excepciones, por supuesto. Considero que los nuevos maestros han logrado transformaciones relevantes en lo disciplinar, en la interacción con los estudiantes, en la orientación didáctica e incluso han diversificado las prácticas de evaluación. Podría afirmar, en síntesis, que en la gestión de aula y en el micro-entorno de la clase “algo está pasando”. Pero cuando uno observa detenidamente el entorno institucional, no encuentra mayores sucesos, y aunque el aula se esté pintando de colores, la escuela como tal opaca con sus grises envejecidos, no se siente en ella que hay nuevos moradores, pareciera que fueran herederos que aún no heredan. En muchas ocasiones evocan esa hermosa letra del pasillo “Camino viejo” del maestro José Alejandro Morales: “Hoy que regreso a mi vereda / después de tanto vagar sin fe, / vine a buscarte, viejo camino, / camino viejo de mi niñez / y con tristeza solo encontraba, / seguramente por tu vejez, / que ya no existen las clavellinas, / las amapolas ni el girasol / y solo quedan las viejas ruinas / de aquella escuela de doña Inés”.
Los nuevos maestros tienen una responsabilidad trascendente con la institución, más allá del aula de clase, y es necesario que en la escuela de doña Inés florezcan de nuevo las clavellinas, las amapolas y el girasol. Las dinámicas de la escuela deben oxigenarse, porque ésta requiere de nuevos momentos, de innovadoras maneras, de otras alternativas y conversaciones, de amigables encuentros; los mismos deben materializarse en un recreo, en una izada de bandera, en un centro literario, en un encuentro de padres, en una reunión de profesores, en fin, en todos los maravillosos momentos de la escuela deben implementarse diversas lógicas que nos lleven a construir atractivos diseños escolares. No es lógico que los maestros de hoy respondan interrogantes de la misma manera que los contestaron sus colegas hace cinco décadas, aún más, y como me lo dijo un gran profe de filosofía, no es justo siquiera que se estén haciendo las mismas preguntas.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015