Con un resultado muy ajustado se da la largada para la segunda vuelta presidencial. Institución que viene desde la Constitución Nacional y que fue adoptada como mecanismo para dar mayor participación a los partidos minoritarios en un sistema multipartidista como el nuestro.
La segunda vuelta, o "balotage" como se conoció en sus inicios, tiene tantos defensores como detractores. El fundamento principal de este sistema es buscar mayor apoyo popular de los presidentes, evitando que sean las minorías las que terminen eligiendo al gobernante. Entre quienes respaldan este modelo se señalan entre otras razones las siguientes: Se fortalece la legitimidad del futuro presidente, propiciando mayor gobernabilidad. Permite coaliciones electorales con partidos minoritarios, que bien llevadas logran acuerdos programáticos relevantes. Por el contrario, aquellos que señalan debilidades, estiman los siguientes argumentos: Propicia unas mayorías poco sólidas que no garantizan gobernabilidad futura. El apoyo ciudadano mayoritario, termina orientado más a votar en contra de determinado candidato que a favor una propuesta de Gobierno.
En todo caso, el sistema de doble vuelta trae como hecho positivo la posibilidad de contar con un número plural de candidatos en la primera elección, lo que permite participación de las minorías con diferentes alternativas de Gobierno. Sin embargo, no hay duda que la fuerte polarización que genera este esquema, contribuye a dividir el país en detrimento de las instituciones democráticas.
Frente al poder electoral, es evidente que este esquema implica una exigencia descomunal de la Registraduría Nacional a fin de garantizar las herramientas logísticas que garanticen el éxito del proceso. En este sentido, queda demostrada la transparencia de la Registraduría en los pasados comicios electorales, lo que despeja cualquier duda frente al futuro resultado.
No obstante, preocupa el alto abstencionismo, que como lo advertí en la pasada columna, se venía venir ante tanto ataque personal y falta de claridad en las propuestas. El voto negativo, es decir, aquel dirigido a castigar un candidato, no puede constituirse en el común denominador de los comicios del próximo 15 de junio. Suponer tal alternativa, significa cuatro años más de odios y ausencia de un consenso Nacional en torno a los propósitos que demandan los colombianos.
Más del 60% de ciudadanos que se abstuvieron de votar, implica reflexionar acerca del voto obligatorio, o por lo menos, la exigencia de que participe un porcentaje mínimo de ciudadanos como requisito para la validez de los resultados. Sin duda, el Congreso de la república tendrá que ocuparse de este tema que desde la misma Organización de Estados Americanos se destacó como factor de preocupación para la estabilidad democrática del país.
La gran pregunta es hacia dónde se orientaran más de cinco millones de votos que apoyaron opciones diferentes a las triunfantes el pasado 25 de mayo. El voto de opinión será protagónico y definitivo para elegir el nuevo gobernante de la Patria.
La democracia no es solo la posibilidad de elegir y ser elegido, también supone una forma de convivencia social, que acepta las contradicciones naturales entre los seres humanos, teniendo como imperativo la libertad y la igualdad.
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