Isaías 22,19-23; Salmo 138 (137); Romanos 11, 33-36; Mateo 16,13-20
LA PATRIA | MANIZALES
¿Quién eres? ¡Piensa tu respuesta si la quieres dar! Porque podrías responderme: soy profesor; pero la pregunta no fue ¿qué haces? Sino ¿quién eres? Podrías entonces responderme: ¡ soy colombiano! Pero no te he preguntado ¿de dónde eres? Sino ¿quién eres? A lo mejor me respondes ¡Soy Gustavo! Sin embargo, no te he preguntado cuál es tu nombre. Sino ¿quién eres?
Te das cuenta que podría no ser fácil dar la respuesta justa. Tendrías que conocerte mucho para poder dar una respuesta, ya que se te pregunta por tu ser mismo, por tu realidad, por tu esencia de vida. Así, podríamos intuir la pregunta que hace Jesús a sus discípulos: ¿quién dice la gente que soy yo? De ahí que vienen varias respuestas: “unos dicen que eres Juan el Bautista; otros que Elías; otros que Jeremías o uno de los profetas”. Hasta ahí Jesús escucha la respuesta de sus más cercanos acerca de lo que ‘se dice’ de Él. Pero, se percibe en el tono de voz que usa el Maestro como si quisiera saber algo más: ¿qué piensan sus discípulos? Aquellos que comparten más horas con Él, quienes le han escuchado predicar y quienes le han visto actuar obras de vida eterna y milagros. Qué podrían pensar aquellos hombres hijos del ambiente judío, cuya mentalidad era reflejo de lo que ‘la gente’ podría pensar. En efecto, el mesías era concebido como el ‘salvador poderoso’ guerrero, el enviado de Dios capaz, por lo mismo, de liberar del yugo romano por la fuerza, es el ‘liberador’ de la injusticia social, de las discriminaciones, del dolor y del sufrimiento… ¿qué armas usará? ¿cómo convencerá para formar su grupo de caudillos?
La pregunta de Jesús en este contexto parece desear algo más: ¿qué concepción de Mesías están adquiriendo sus íntimos, más cercanos? Será la misma de la mentalidad común de la época? Porque este “Mesías” que tienen delante es distinto, completamente diferente: es el Mesías que va a liberar por la fuerza del amor, no de las armas metálicas que sacan sangre a los hombres y los lleva a un sepulcro terreno. Es el Mesías de la otra mejilla cuando se me pega en una de ellas, es el de: “reza por quien te persigue”, ama a tu enemigo, perdona a quien te ha hecho daño, decláralo inocente y haz el bien a quien te hace el mal. Es el Mesías que vence el mal con el bien, que invita a no amontonar tesoros en la tierra, aquel que te pide no juzgar para que no seas juzgado, amar hasta que duela, dar la vida sin reservas por quienes te insultan o calumnian; es el que invita a posponer a mamá, a papá, a los hermanos, a los de la casa, a la parentela, para abandonar toda seguridad y así poder “amarles” verdaderamente. Es el Mesías que se ha dejado ‘matar’ para que tú y yo tengamos la vida, no cualquier vida, sino la Vida Eterna, con mayúscula: ¡La verdadera felicidad!
¿Será esta la mentalidad de los discípulos? Porque cuando llegó el momento del prendimiento, han huido; en el huerto de los olivos, se han dormido; Pedro mismo que ha dado la respuesta maravillosa: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”, y que ha recibido alabanza de Jesús: “esto no te ha sido revelado de carne y sangre sino de lo alto”, en versículos siguientes, ante el anuncio de la Cruz, recibe la fuerza de la Palabra del Maestro: “apártate de mí Satanás porque tú piensas como los hombres y no como Dios”. Parece que el Maestro quiere ‘desmontar’ unos esquemas falsos sobre su persona, sobre su ser mismo, porque… no lo conocen todavía, es por esto por lo que ‘todavía no conviene que digan a otros que es el Cristo’.
Tú... ¿lo conoces? ¿Verdad que tu Mesías es distinto a este de la Cruz? ¿Verdad que prefieres el Mesías que esté de acuerdo con tu manera de vivir? ¿Que no se meta con tu comodidad? ¿Quién es Jesús para ti?
* Miembro del Equipo de Formadores en el
Seminario Mayor de Manizales
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