Rubén Darío García, Pbro.
1 Reyes 19,4-8; Salmo 33; Efesios 4,30-5,2; Juan 6, 41-51
«Si el afligido invoca al Señor, Él lo escucha y lo salva de sus angustias». Esta Palabra que escuchas hoy te llena de esperanza en medio de las realidades de tormenta que puedas experimentar en estos momentos. Porque la verdad de tu vida se plasma en las circunstancias cotidianas, pero estas son pasajeras, guardan un fin último que sólo adquiere sentido en la cooperación de ti mismo en la realización del plan de Dios en tu existencia; así lo expresa el grande San Agustín: “Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti”. Tú eres protagonista en el escenario de este mundo que pasa, mas no estás solo, sino con otros.
“Me concediste un palmo de vida, mis días son nada ante ti” (Sal 38). Así podrás orar seguramente cuando tomas conciencia que no te has dado a ti mismo la vida y que ella pasa veloz, como en un instante. Entonces te cuestionas sobre la cantidad de cosas que haces diariamente y te preguntas por el sentido verdadero que ello tiene.
Al leer el libro de los Reyes, te das cuenta que el profeta Elías pasa por todos estos estadios de la vida humana. Huye con miedo, entra en el desierto y «al final se sentó bajo una retama y se deseó la muerte diciendo: “basta ya Señor quítame la vida, pues yo no valgo más que mis padres”». Esta actitud muestra que Elías está en desolación profunda, en angustia, en cansancio. ¡Se queda dormido! Lo mismo que a ti y a mí nos sucede; a lo mejor estás así en este momento. Observa que en el texto aparece un ángel que le dice al profeta: «“Levántate y come”. Fíjate en estas palabras: “Se levantó Elías, comió y bebió, y con la fuerza de aquel alimento caminó cuarenta días y cuarenta noches, hasta el Horeb, el monte de Dios”.
Este episodio te hace pensar en Jesús cuando pasó cuarenta días y cuarenta noches en el desierto y al final sintió hambre. También el comer y beber te hace pensar en la Eucaristía: “Tomad y comed todos de Él… Tomad y bebed todos de él…”. Tu vida cansada y agobiada, a lo mejor, en depresión y en angustia por el peso de las preocupaciones, recibe esta Palabra del Evangelio: “El que crea (en Jesús) tendrá vida eterna”. Recibes hoy una inyección de ánimo: “Levántate y come, porque el camino —tu existencia— es superior a tus fuerzas”. Entra en tranquilidad, el Señor te acompaña todos los días de tu vida y te alimenta con su cuerpo y su sangre para que llegues al Horeb, que significa la fuente de tu vida, la felicidad plena, el encuentro con el Amor que te hace tener vida todos los instantes de tu existencia y dar sentido a todas tus luchas cotidianas. Porque nuestra existencia es como un soplo, como una sombra que pasa, no podemos perderla en cosas banales que no te dan el sentido. Es por esto por lo que te animo: Levántate y come su pan de vida y bebe del Cáliz que te da la bendición.
Miembro del Equipo de Formadores
en el Seminario Mayor de Manizales
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