Rubén Darío García, Pbro.
En nuestra sociedad, a tu manera de ver ¿quién es el más importante? Nuestros padres nos han colocado medidas y tallas procurando suscitar en nosotros el deseo de “ser alguien en la vida”. En el fondo de esta motivación se esconden, sin mala intención, unas razones que circulan en el común de las personas: tener comodidades para vivir; no pasar necesidades; no tener angustias por la precariedad. Estas “justificaciones” hacen que pasemos toda la existencia luchando por alcanzar estas “metas” y… por ser tan encumbradas, con frecuencia se experimenta la frustración y el fracaso.
Los discípulos de Jesús reflejan también una mentalidad similar a la nuestra. Esperan, en ese momento, un Mesías poderoso y guerrero, capaz de liberar al pueblo judío del yugo romano. Tenían pretensiones y querían también escalar en la búsqueda de “puestos” y honores. Así que, mientras Jesús está hablando de su misión: “el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán, y después de muerto, a los tres días resucitará”, algunos de sus discípulos conversan sobre ¿quién es el más importante entre ellos? El Maestro entra a corregir la mentalidad y a dar la clave de la vida y de la felicidad, para que quienes le sigan las puedan alcanzar: “Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”.
Esta mentalidad es contraria a nuestra común manera de pensar: hacerse el último, sin buscar reconocimientos, no buscando sino en todo “amar y servir”, más bien actuar considerando superiores a los demás, sin vanagloria, es decir, buscando únicamente la gloria de Dios en todo momento. Entonces será el “pobre” según el Evangelio del Reino, aquel que pone la confianza en Dios mismo y no en sus propias fuerzas; será como el niño que reconoce sus límites, perdona y se olvida del mal causado, vive alegre en toda circunstancia y se alegra con el triunfo del otro.
Ambicionemos, sí, pero las cosas de arriba, esto es, busquemos alcanzar la vida que no perece. Busquemos primero el Reino de Dios y su Justicia y todo lo demás vendrá por añadidura. El futuro es incierto, vive el “hoy” con pasión y absoluta confianza en que Dios te ama y conduce tu historia. Sólo en manos de Él podremos alcanzar la verdadera felicidad.
Miembro del Equipo de Formadores en el Seminario Mayor de Manizales
Sabiduría 2, 12. 17-20; Salmo 53; Santiago 3, 16-4,3; Marcos 9, 30-37
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