Se celebraron en Colombia recientemente los días del Arquitecto y del mensajero (27 de octubre), y los días de la modista, del sastre y del diseñador de modas (28 de octubre); y el Día de las brujas (31 de octubre). Y no quise dejarlos pasar inadvertidos, porque sus oficios me parecen de alta trascendencia: todos ellos tejen la vida: la mente del arquitecto diseña los espacios para hacer de estos, territorios sostenibles, y los construye pensando en la armonía con el entorno, lo que de hecho debe verse como un elemento vital para crear escenarios de paraísos terrenales. Las modistas, sastres y los diseñadores de moda (cada uno en su oficio, de hecho no hacen lo mismo), con su aguja, hilo y dedal, a lo que le agregan mucha imaginación, eligen tejidos, y confeccionan prendas de vestir con las que los ciudadanos abrigamos nuestros encuentros con los demás; y las brujas, en medio de sus aquelarres, nos invitan a encontrarle otros sentidos a la vida, crean toda una parafernalia en la que se fusionan los miedos y los sueños.
Quizás esto sea lo que necesitemos en estas épocas de confusiones, de temores y esperanzas. Ojalá todos fuéramos un poco arquitectos, para poder diseñar espacios de convivencia pacífica, de territorios en donde la convivencia sea más humana y acorde con la naturaleza; un poco modistos, sastres y diseñadores, para coger la aguja, el hilo y el dedal, y poner en el telar una inmensa urdimbre para coser un gran manto de sabiduría que nos cubra a todos, a ver si así, juntos, pegados unos de otros, comprendemos que nos debemos reconocer en los otros porque nos necesitamos.
Ojalá fuéramos arquitectos, sastres, modistas, diseñadores y brujas para construir y confeccionar la vida y no sacrificar la libertad en nombre de la justicia, ni ésta en nombre de aquella. Ya hemos sido testigos eternos de cómo en nombre de la democracia, en nombre de Jesús, en nombre de la Patria… y hasta en nombre de la vida misma, se han sacrificado millares de vidas humanas.
Ojalá fuéramos arquitectos, sastres, modistas, diseñadores y brujas para construir y confeccionar este país, levantándonos siempre por las mañanas gustosos de un nuevo amanecer; salir a la calle y descubrir nuevas catedrales, nuevos jardines de hermosas flores; encontrarnos con caballos al galope, con aves de muchísimas alas, con ríos limpios que terminan su vida en mares calmados que ondulan en lo alto porque el viento los lleva y los trae; bailar, como las brujas, al son de ritmos que cautivan cuerpos que enseñan bellezas fugitivas y que dejan ver cómo la piel se nos arruga registrando nuestras propias historias.
“Todos a una”, como en Fuenteovejuna, debemos ser constructores y tejedores de vida. Debemos comprender que hay muchas historias, que no hay una única historia; entender lo que significa la historia es arriesgarse a encontrar el hilo de Ariadna para salir del laberinto del miedo y de la desesperanza.
Si fuéramos arquitectos, sastres, modistas, diseñadores y brujas, quizás comprenderíamos que este país, esta América Latina tan insondable, nos necesita. Así de simple y así de sencillo.
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