La población consciente de Colombia está trastornada con el reciente informe sobre las pruebas internacionales Pisa, que califican el grado de educación de jóvenes de 65 países. No es para menos, Colombia ocupó el puesto 62, la posición más mala superada solo por el Perú.
Los asiáticos siguen punteando en este certamen, con Shanghái en el primer puesto. Vergüenza mayor no ha afrontado Colombia en su historia. Algunas autoridades y pocos comentaristas hicieron tenues ruidos con esta deshonra inédita. ambién una insuficiente alarma de los padres de familia y del profesorado en general.
Inaudito, porque ni siquiera malician lo que esta tragedia significa para los hijos, para los hijos de sus hijos y para las generaciones siguientes. Con estos resultados de Pisa que retratan el país colombiano, condenado a la consunción, la distancia que lo separa, inclusive de sus vecinos, es cada vez más grande. Para no hablar de los campeones, en este caso los asiáticos a la cabeza, con los cuales esta diferencia se hace infinita.
Esto no es solo un decir. Subir grados de educación como el caso de Colombia que parte prácticamente de la ignorancia, según esta prueba, es difícil y lento. Entre más bajo sea el punto de partida, la lentitud es mayor. Consecuentemente los avances de los educados asiáticos son raudos, por que entran en el estadio de la investigación, de lo desconocido, es decir desaparecen de la vista de los atrasados.
La educación y la sabiduría producen resultados evolutivos como la teoría de la evolución de Darwin. Una selección natural, mediante la cual solo sobreviven los fuertes y los débiles van desapareciendo.
Los asiáticos, se baten a duelo con los Estados Unidos por el dominio educativo, ya en las esferas de la alta tecnología. Dominio que los conduce a ser los amos del mundo entre todas las naciones. Quienes tomen la delantera fundamentada en la educación, serán los patronos de todas las naciones, porque la educación produce riqueza, poder, bienestar, convivencia y paz.
Los temas serán cada día más exóticos para los rezagados lejanos e ignotos, del tercer o cuarto mundo, apenas tratando de pasar pruebas de lectura. ¿Cuándo llegaría Colombia a tener la sabiduría y la educación de cualquier país asiático actual? Nunca. Con el paso educativo de la juventud de hoy, retratada por la reciente prueba Pisa, hace esa posibilidad imposible.
¿Qué significa esto? Que el país seguirá siendo pobre y sin ventura. Que los amos del mundo serán aquellos que han tomado la vanguardia inalcanzable y Colombia con sus compañeros de infortunio, vasallos y dependientes, seguirán en la oscuridad, en una permanente incertidumbre afrontando las violentas reacciones sociales.
La única posibilidad de sobrevivir los que bordean la ignorancia será la explotación de elementos primarios, como sucede hoy. Mientras les duren. Los educados tendrán como recurso su mente y sabiduría, recursos infinitos. La distancia entre estos dos mundos seguirá creciendo exponencialmente día a día.
Lo que le está pasando a Colombia con la educación es lo más grave de su historia, como se afirma anteriormente. Su persistencia es condenar a toda la descendencia al ostracismo. La educación ha debido ser desde hace muchas décadas el objetivo número uno de todos los gobiernos colombianos.
Así lo fue por ejemplo para Corea, país asiático que hace treinta o cuarenta años, recién salido de la guerra, era más atrasado que la Colombia de entonces. Hoy comparte con los grandes el privilegio del desarrollo.
El embajador de Corea en Londres le decía al suscrito hablando sobre este tema, al preguntarle cómo su país dio ese salto tan grande en tan poco tiempo, respondió que el milagro fue la decisión y convicción de los gobiernos coreanos, en colocar la educación en el primer lugar de sus programas, pese a su pobreza.
El educar a sus gentes sin excepción, añadía el embajador, fue como una explosión que produjo su envidiable desarrollo.
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