Esa es la frontera de Colombia con Venezuela. Allí se cuecen todos los sabores maléficos, corruptos y políticos que han afectado y atormentado a una numerosa población, en su mayoría colombiana, pobre y humilde, que las autoridades venezolanas permitieron, y de alguna manera impulsaron y acogieron, desde no hace mucho tiempo.
La apertura total de la frontera colombo venezolana no solo dejó el campo abierto a los desocupados y hambrientos colombianos de ese entonces, votantes fáciles y solícitos para garantizar la permanencia del gobierno dictatorial reinante, sino que también dejó el camino libre a guerrilleros, paramilitares, estafadores, criminales huyendo, contrabandistas estimulados por la diferencia cambiaria, y principalmente a los narcotraficantes que llevan la droga hasta tierra venezolana, para expedirla luego a los mercados de Estados Unidos y Europa. Todos estos ingredientes malditos, permearon a los venezolanos de la frontera y más allá, incluyendo a las fuerzas militares, los verdaderos dueños de Venezuela, con Diosdado a la cabeza, reclamado por el gobierno de Estados Unidos.
Venezuela ha sido durante muchos años uno de los países más ricos del mundo, pues goza de las más grandes reservas de petróleo en el universo conocido. Tanto que su comercio petrolero representa el 95% de sus exportaciones.
La caída de los precios petroleros a los niveles actuales ha significado un golpe muy grande para Venezuela, lo mismo que para los países caribeños, a los cuales protege y casi regala el combustible que necesitan.
El gobierno de Chávez inventó para Venezuela y el mundo el Socialismo del Siglo Veintiuno. Un sistema contra el capitalismo que está destruyendo la producción privada, lo cual adicionado al desplome fiscal por la caída de los precios del petróleo, de ciento diez dólares a menos de la mitad, hace que los habitantes de ese bello país estén padeciendo la peor crisis de su historia, con carencia de los más elementales bienes para poder vivir. Este despiporre tiene las estanterías vacías de todos los comercios venezolanos. Y con ello una protesta electoral que amenaza peligrosamente la permanencia gubernamental actual.
Durante su edad de oro y fortaleciendo con ello su Socialismo del Siglo Veintiuno, Chávez mantuvo abierta la frontera con Colombia. La faraónica riqueza de la Venezuela de esa época no lejana coincidía con la absoluta pobreza que siempre ha reinado en Colombia. Era lógico que estas dos situaciones, una frente a la otra, provocaran el mayor movimiento de masas hambrientas hacia una opulencia como la de Venezuela. Algo nunca visto en América Latina.
Esos son los cinco o seis millones de colombianos censados en Venezuela. De toda clase y condición, como se dice en párrafo anterior. Pero la mayoría son trabajadores de bien que superan con creces a los integrantes de la delincuencia. Su patria en la retaguardia sigue siendo Colombia, pero en la práctica es Venezuela, donde han progresado y muchos han contraído matrimonio con los naturales y tienen hijos venezolanos.
Esta historia y los desgreños con que este gobierno ha manejado a la sociedad venezolana, justifican que su presidente Maduro esté a punto de perder las próximas elecciones parlamentarias, y que a renglón seguido se venga abajo todo el entablado del Socialismo del Siglo Veintiuno. Algo que para este gobierno es mortal, porque queda al descubierto toda la corrupción reinante, con sus mejores hombres untados de coca hasta el cuello y el ojo permanente de los Estados Unidos que los tiene ya fichados para pedirlos en extradición y juzgarlos en su suelo impenitente.
Hay que hacer algo grandote y resonante para evitar esta tragedia, con seguridad se dice Maduro así mismo. Y ese algo está a la mano. Agitar a sus ciudadanos contra Colombia acusando a sus gentes de paramilitarismo, contrabando y corrupción, y cerrar abruptamente una frontera cuya apertura pudiera ser un signo de hermandad y progreso mutuo. Su cierre y la deportación masiva brutal de colombianos es una humillación tal, que Colombia no puede tolerar. Y menos el trato de desprecio a sus autoridades con el presidente a la cabeza.
Colombia no puede aceptar este atropello. Pocos son los amigos que la acompañan. Los recientes fracasos de su diplomacia lo comprueban. Pero no puede permanecer pasiva. Los reducidos organismos a los cuales podía acudir con dignidad están agotados y de ellos salió humillada. La dignidad patria obliga a que por lo menos sus relaciones con la Venezuela de Maduro se deben romper. No puede perder oportunidad de mostrarle a este belicoso vecino que nuestro país también tiene dientes. Para qué sirven cuatrocientos cincuenta mil hombres sobre las armas, el segundo en América Latina después de Brasil y cuya existencia nos cuesta mucho dinero.
Sin amigos y sin diplomacia no queda otra alternativa.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015