Uno de los temas que ha despertado el interés, y prendido las alarmas en muchos foros, durante el último cuatrienio ha sido la caída en la participación de la industria en el PIB y una posible desindustrialización. Todas las campañas presidenciales propusieron alguna forma de "política industrial" para promover el sector manufacturero. Vale la pena hacerse tres preguntas en esta coyuntura: ¿Cuál es el estado actual de la industria en Colombia? ¿Cómo podemos explicar la evolución de la industria? ¿Debemos tener políticas de apoyo a la industria y de qué tipo?
La participación de la industria en el PIB ha disminuido de niveles de 20% en 1990 a 11% en 2013. Sin embargo, este dato no implica que la industria haya caído. Simplemente que ha crecido menos que el resto de la economía. Lo cual es entendible dado el boom de precios minero-energéticos que implicarían una mayor participación de ese sector aun sin aumentos de producción en sectores extractivos. En efecto, con excepción de 2012-2013, el PIB industrial no ha hecho sino crecer. En el primer trimestre de 2014, el sector manufacturero creció 4,4% y 9,8% solo en marzo. No es claro que el estadístico relevante sea la participación de la industria en la economía. De hecho, comparando con la evolución industrial en otros países, Colombia no parece un caso excepcional: la participación de la industria en el PIB ha caído en Chile, Brasil, Ecuador, Gran Bretaña, Perú.
Hay varias explicaciones para esta tendencia generalizada. En primer lugar, las cadenas globales de producción se han desintegrado verticalmente. Las empresas ya no deben producir el producto final en una sola planta. Con la disminución de costos de transacción, incluidos los costos de monitoreo y transporte, las empresas pueden tercerizar operaciones internacionalmente. A pesar del crecimiento de la industria a nivel mundial, el valor añadido en cada jurisdicción puede ser menor.
En el caso colombiano la industria no escapa a este fenómeno de desintegración vertical, como lo han mostrado Juan Esteban Carranza y Stephany Moreno en un Borrador reciente del Banco de la República. En la medida en la que se reducen los costos de transacción en el mercado, se vuelve eficiente tercerizar procesos que antes se realizaban al interior de las firmas manufactureras quedando así contabilizados bajo "industria". Este proceso de tercerización, que contribuye al crecimiento del sector servicios, reduce lo que contabilizamos como producción industrial y su participación en el PIB sin representar una caída en la producción manufacturera.
La preocupación con la evolución reciente de la industria, además de desconocer algunos de los factores mencionados anteriormente, también parece estar anclada en un paradigma de desarrollo y de producción caduco donde el desarrollo es entendido como el paso por producción agrícola intensiva en mano de obra y poco mecanizada, a un sector manufacturero también intensivo en mano de obra no calificada para finalmente, después de muchos años, transitar hacia el sector de servicios. Sin embargo, tanto la manufactura como el entorno global han cambiado. Cada vez son más los procesos que se mecanizan y automatizan reemplazando mano de obra no calificada y ahora es más fácil saltarse etapas de ese desarrollo tradicional mediante la importación de tecnologías y conocimiento.
Estos desarrollos no implican que la industria vaya a desaparecer. Y no lo está haciendo. Pero sí implica que políticas públicas enfocadas a apoyar industrias que caben en nuestro imaginario colectivo de lo que es la industria (fábricas con chimeneas humeantes y línea de producción con obreros haciendo tareas repetitivas), pueden atrasar el progreso en lugar de promoverlo. Debemos tener políticas de desarrollo productivo. Políticas de emprendimiento y de innovación transversales que permitan el surgimiento de actividad económica en todos los sectores. No solo en manufacturas tradicionales. Puede haber cabida para políticas sectoriales, y puede haber algunas específicas a sectores manufactureros, pero estas deben ser sujetas a logros en productividad y diversificación y crecimiento de la canasta exportadora. De esta manera se pueden diseñar políticas que resuelvan fallas de mercado sectoriales sin quedar sujetas a intereses rentistas particulares.
El gobierno que empiece el 7 de agosto deberá resistir presiones de grupos de interés que reclamen beneficios y compensen bajos niveles de productividad. Deberá favorecer la provisión de bienes públicos que contribuyan a aumentos en productividad y que sean consistentes con una política comercial aperturista. La política comercial debe ser parte esencial de esa política de desarrollo productivo. La cuestión no es solo de industria sino de transformación productiva.
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